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Con ocasión del debate y las propuestas que se están desarrollando en relación a conformar una candidatura unitaria y popular en torno a la llamada “Ganemos Avilés”, me gustaría esquematizar unas reflexiones. Está muy bien crecerse ante las expectativas; llamar a transformar el miedo en victoria; está muy bien saber gestionar los afectos, su unidad, y también demostrar la voluntad y el corazón. Pero si el corazón toma el mando y va por delante del resto del cuerpo, por delante de la reflexión, se verá abocado a romperse más tarde o más temprano. Por eso, creo que deberíamos considerar la importancia que tiene profundizar en el proyecto. “Ganemos”, es la llamada, pero, ¿para qué queremos ganar el gobierno municipal de Avilés?

Con ocasión del debate y las propuestas que se están desarrollando en relación a conformar una candidatura unitaria y popular en torno a la llamada “Ganemos Avilés”, me gustaría esquematizar unas reflexiones. Está muy bien crecerse ante las expectativas; llamar a transformar el miedo en victoria; está muy bien saber gestionar los afectos, su unidad, y también demostrar la voluntad y el corazón. Pero si el corazón toma el mando y va por delante del resto del cuerpo, por delante de la reflexión, se verá abocado a romperse más tarde o más temprano. Por eso, creo que deberíamos considerar la importancia que tiene profundizar en el proyecto. “Ganemos”, es la llamada, pero, ¿para qué queremos ganar el gobierno municipal de Avilés?

Gestionar el gobierno municipal o desarrollar la transformación social

Ya antes del 2012 los Ayuntamientos tenían unas facultades muy limitadas, con la nueva ‘Ley reguladora de las bases del régimen local’, publicada en ese año, se menoscaban drásticamente las mismas, que está en consonancia con el artículo 135 de la Constitución. Así, se prioriza la eliminación, sea como sea, de la deuda pública (sea con despidos, acabando con los servicios públicos, etc.). La Ley de Bases ayuda a este objetivo, que no tiene nada que ver con los intereses populares, y somete a los Ayuntamientos a la extinción de sus competencias (incluso los servicios sociales dejan de ser de su competencia), a la dependencia financiera y a la fiscalización económica y de acción política. De esta manera los municipios no pueden ser la base de la democracia.

A menudo se clama por el Estado de Derecho, pero éste solamente se basa en regirse por leyes, que todos los ciudadanos tienen que cumplir, sin contar con que sean justas para el pueblo o no lo sean. Pero un sistema de leyes (un ordenamiento jurídico) lo único que hace es asegurar una determinada dominación. La Ley de Régimen Local acentúa la separación de la mayoría trabajadora del pueblo de la toma de decisiones. La limitación de competencias y de medios económicos frustran la posibilidad de demandas populares. Solamente podremos corresponder a un verdadero mandato popular si no nos limitamos a cumplir la ley, o sea, si no nos limitamos a gobernar, a gestionar el gobierno. Como prioridad debemos poner encima de la mesa la movilización popular contra el ordenamiento jurídico.

Por ejemplo, no basta con frenar la construcción de viviendas mientras exista un amplio parque de viviendas vacías, sino que deberíamos poner en marcha la movilización y la organización popular para poner aquellas a disposición del pueblo. Por ejemplo, reclamar más autonomía para los municipios y un nuevo estado democrático construido de abajo a arriba. Por ejemplo, no basta con proponer remunicipalizar si después la ley nos va a limitar o prohibir esta actuación, sino que tendremos que participar en un amplio movimiento popular para que los servicios públicos pasen a manos del pueblo; además, no será suficiente remunicipalizar si esto no lleva aparajado la participación de los trabajadores y el pueblo en la gestión de dichos servicios; etc.; etc.

Gobernar, sí, para transformar, no para gestionar; para convertir este gobierno municipal en oposición al sistema imperante a favor de los intereses populares.

Gobernar para la mayoría

Si no queremos solamente gestionar sino transformar, no podremos limitarnos a la acción local cotidiana, a las pequeñas cosas (sin querer quitarles importancia). Creo que deberemos incluir en nuestra propuesta medidas que desborden el ámbito de competencias de los ayuntamientos y sin las cuales no podremos afrontar realmente la lucha por los intereses de la mayoría popular. Por ejemplo, hay que hablar de las nacionalizaciones, de la educación y sanidad exclusivamente públicas, contra los recortes laborales, de la prestación de desempleo indefinida, de la prioridad de los convenios colectivos, de no pagar la deuda privada, del control por parte de los trabajadores en las empresas públicas, del control de las instituciones por asambleas populares, de impuestos especiales a los ricos, elección de todos los cargos públicos por el pueblo, revocabilidad, etc., etc. Todo ello es necesario para que la mayoría trabajadora realmente pueda empezar a decidir sobre su propio destino, o sea, para avanzar en la democracia.

En este sentido, tendríamos que tener claro, queramos hacer de una manera u otra el discurso público, que el compromiso sería con los intereses de la mayoría social, con la mayoría dominada, y, por tanto, el compromiso es luchar contra los intereses de la minoría dominante, pues está demostrado que ambos intereses son antagónicos.

Sin el pueblo reproduciremos lo existente

Para dar un vuelco político, necesitaremos una gran fuerza social que solamente puede provenir de la unidad y lucha del pueblo. La historia nos enseña que solamente con el gobierno las conquistas democráticas a las que podamos llegar serán efímeras. Por eso la necesidad del movimiento y la movilización, contar con el movimiento existente, con las organizaciones de base existentes (aunque a veces nos duela), tanto en el camino hacia el gobierno, como en el mismo gobierno o en la oposición. El movimiento transformador y su mandato amplificará el movimiento, generará cauces de participación democrática. Una consigna posible sería la de unificar el movimiento transformador hacia el poder. Y esa organización del movimiento para disputar el poder principalmente partirá de donde vivimos (asambleas de barrio) y donde trabajamos (asambleas de centro de trabajo o estudio). Ahí tendríamos que centrar nuestra atención.

La elección y el control

Para poder cambiar las cosas no basta con sustituir a gestores ladrones o corruptos por otros con una moral intachable y que hayan firmado un compromiso ético. Los problemas sociales no se solucionarán con un voluntarismo individual ni con una minuciosa gestión de los recursos que nos brinda el ordenamiento jurídico, sino generando movimiento popular por la transformación social.

Por eso, si nos conformamos con pedir unos puntos éticos (transparencia, sueldos y mandatos limitados, interlocución e información, etc.) a los que sean candidatos, podemos volver a generar una cúpula, eso sí, que escucha e informa, pero mantiene el mando individual de sus acciones y los resortes profundos del sistema social. Eso no genera democracia.

Por ejemplo, unas primarias abiertas probablemente puedan servir de revulsivo para que muchos se sientan partícipes, pero no genera más que una participación electoral, un voto alejado de los candidatos. Y no es de extrañar que surja la creencia de que cada candidato es el poseedor de la confianza popular, sin deberse a una organización, una plataforma, coalición o como queramos llamarlo. Deberíamos buscar los medios de compromiso para poder evitarlo. Un ejemplo más. Estando de acuerdo plenamente con la revocabilidad, si los candidatos son elegidos de manera totalmente abierta, ¿cómo se organizará el proceso de revocación?, ¿revocarán otros distintos a los que eligieron? Habrá que buscar mecanismos al menos mixtos para el control de las acciones de la candidatura y de los candidatos, teniendo en cuenta dos premisas: a) asumir que el cargo electo se debe a “Ganemos” y su programa, y que nadie se acoja a la individualidad; y, b) asumir que “Ganemos” trabajará en las asambleas populares organizadas en movilización permanente. Por tanto, la dualidad de que los cargos electos se deben a “Ganemos” y “Ganemos” se debe al pueblo organizado.

Espero que estas reflexiones aporten algo para desarrollar el proyecto, que no se quede solamente en un hecho electoral, en la generación de una espejismo que en lugar de concretarse en movimiento transformador, se restrinja a la ilusión del voto y se quede enredado en la telaraña de la gestión.