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Ucrania dentro de la ofensiva militarista de occidente que sigue desarrollándose sin paliativos.

Los tambores de guerra parecían haberse calmado en el Este de Europa, el conflicto en Ucrania llegaba a una situación de estancamiento práctico. Las negociaciones llevadas a cabo en Minsk, en las cuales participaron los presidentes de Ucrania y Rusia, Petro Poroshenko y Vladimir Putin, y los representantes de las Repúblicas Populares de Donestk y Lugansk, obtuvo resultados aparentemente positivos: acuerdo de un alto el fuego bajo control internacional, descentralización y autogobierno para las regiones de Ucrania, liberación e intercambio de prisioneros, atención a la delicada situación humanitaria en el Donbass, diálogo inclusivo nacional, disolución de los grupos paramilitares…

Todos celebraban el acuerdo como un triunfo de la diplomacia, fruto del entendimiento de las partes. Sin embargo se trataba de un triunfo ilusorio, no todos querían la paz. Días después de firmar el tratado, la OTAN anunció una “Fuerza de Respuesta Rápida” en el Este de Europa, cuya sede sería seguramente Polonia y los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania). Por su parte, el gobierno golpista de Ucrania violó reiteradamente los acuerdos de paz, las provincias rebeldes de Donestk y Lugansk continúan siendo bombardeadas cotidianamente por la aviación ucraniana, la situación humanitaria en el Donbass es extrema: infraestructuras destrozadas, bloqueo de ayuda humanitaria a la población civil, centenares de miles de refugiados han cruzado la frontera rusa. Por su parte los grupos paramilitares fascistas continúan operando a sus anchas ejerciendo el terror entre la población civil ruso-parlante; hace unas semanas los rebeldes encontraron una fosa común en una pequeña localidad de Donestk con los cuerpos de 300 mujeres con signos de abusos sexuales.

La guerra en Ucrania parece haber entrado en la triste rutina bélica, esa rutina que hace que esta tragedia pase de actualidad y se incorpore a la rutina de los muchos países en conflicto. Pero, ¿Es que la Unión Europea y los Estados Unidos no hacen nada para frenar esa guerra? ¿Es que les interesa que haya un conflicto bélico en la misma frontera de la UE y la OTAN. La respuesta es sí y la razón es bastante simple: cercar a su gigantesco vecino del Este y prepararse para la guerra.

Ucrania, primera parada

Hace 24 años, poco antes de la disolución de la URSS, James Baker y Helmut Kohl prometieron al dirigente soviético, y futuro liquidador de la URSS, Mijaíl Gorvachov que la OTAN no se extendería bajo ningún concepto hacia el este. Sólo 9 años después, la OTAN se había expandido hacia el Este de manera vertiginosa, Polonia, Hungría y la República Checa en 1999; Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Rumanía, Letonia, Lituania y Estonia en 2004; y Croacia y Albania en 2009.

¿Cuál es la razón de esta ampliación? Es evidente, establecer un cerco sobre Rusia para limitar la expansión de la influencia de este gigante emergente. Ucrania es una pieza fundamental en este tablero de ajedrez y lugar donde se han dado las condiciones para que estallen todas las contradicciones. Por un lado, Ucrania es uno de los países del Este de Europa más grande, con más extensión y población de Europa del Este después de Rusia. Tiene importantes recursos naturales y es el paso del gas ruso del cual depende Europa central. Pero no sólo eso, Ucrania era uno de los pocos países limítrofes con la Federación Rusa que no se encontraba integrado directa, o indirectamente, en la OTAN o en una estructura militar controlada por la UE o los Estados Unidos. En Crimea Rusia tenía su mayor base naval en el Mar Negro, en el cual los navíos estadounidenses están haciendo incursiones cada vez más provocadoras.

La Unión Europea, especialmente Alemania, y los EEUU tienen un especial interés en la incorporación de Ucrania en el espacio económico, (y en la OTAN). Reveladoras son las palabras de Zbigniew Brzezinski, “Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio en Eurasia. Ucrania es un objetivo esencial. Si occidente tuviera que escoger entre una Ucrania democrática y una Ucrania independiente, son intereses estratégicos los que deberían determinar nuestra posición”. Es decir, Occidente está decidido a convertir a Ucrania en su primera trinchera contra Rusia, tanto en el plano económico como militar, para ello no le importa ni lo más mínimo recurrir a cualquier medio que consideren oportuno: un golpe de estado, el fascismo, la guerra civil…

Esto no debería sorprendernos, si vemos la actuación que nuestras ejemplares “democracias occidentales” han tenido en Yugoslavia, Irak, Siria, Libia, Venezuela, Honduras, etc. Vemos como históricamente han jugado las cartas más sucias con los sectores más deleznables en una lucha continua por dominar recursos energéticos y tomar posiciones estratégicas para un futuro conflicto militar a nivel global.

La novedad es que Rusia ha dejado de ser el gigante débil y vacilante que era, cada vez se va fortaleciendo más y más. El intervencionismo estatal de Putin ha ayudado a recuperar sectores estratégicos en la economía como la empresa energética estatal Gazprom.  Rusia espera recuperar su esfera en el espacio postsoviético con la llamada Unión Euroasiática, formada por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán, asociación creada entre diversos países del espacio postsoviético para favorecer los intercambios comerciales y la integración económica en el espacio euro asiático.

Negarse a firmar el tratado de asociación con la UE y “tontear” con la Unión Euroasiática  le costó a Yanukovich su derrocamiento. UE y EEUU tuvieron el descaro de financiar a grupos mercenarios y fascistas, así como comprar la complicidad de políticos corruptos ucranianos para hacer de Ucrania la nueva plaza tomada en la conquista del Este. Sin embargo, el modelo de la revolución de “colores”, antaño  exitoso, fracasó ante la rápida reacción de Rusia en Crimea y la determinación de la población ruso-parlante del sur-este de Ucrania por hacer frente al golpe de estado. La guerra civil está servida.

¿Qué objetivos busca occidente prolongando la guerra en Ucrania?

Estados Unidos que es la que domina los entresijos de la política internacional tiene varios intereses en prolongar la guerra civil en Ucrania, a pesar del desastre humanitario que ello supondría. Uno sería crear una situación de conflicto permanente en la zona, lo cual les daría una excusa perfecta para continuar la expansión de la OTAN hacia el este: se ha estado hablando de Moldavia y Georgia, además de la misma Ucrania. Culpabilizar a Rusia de la situación en Ucrania y demonizar a sus dirigentes, los líderes europeos han llegado a calificar al Presidente ruso Vladimir Putin de ser el “nuevo Hitler” y de tener pretensiones expansionistas sobre el conjunto de Europa. Esto ayudaría a la maquinaria mediática de los imperialistas a preparar y desarrollar la propaganda de guerra anti-rusa que justifique todo tipo de provocaciones contra la Federación Rusa, el escudo anti-misiles y los movimientos de tropas hacia el este ya tienen justificación en el “interés internacional” de frenar las ambiciones imperiales del “oso ruso”. También estaría el interés de EEUU de mantener su hegemonía sobre Europa, por lo menos en el plano militar, y evitar a toda costa un hipotético acercamiento de Alemania a Rusia.

Otra sería la rapiña y los negocios que la guerra en Ucrania representa para un puñado de oligarcas sin escrúpulos, como ejemplo no es de extrañar que el hijo del vicepresidente de EEUU, Joe Biden, se haya hecho con la mayor empresa de gas de Ucrania.

La reacción de los viejos gigantes ante la expansión de los BRICS

La última crisis estructural del capitalismo ha puesto al descubierto la decadencia de las viejas potencias de la Europa occidental y América del Norte. Se ha visto como sus economías han llegado a tal nivel de concentración a nivel de conformación de monopolios y oligopolios que han tenido que basar parte de su crecimiento en el capital ficticio y especulativo financiero. El estallido de la última crisis ha supuesto el descrédito del sistema financiero occidental, además de que el proyecto imperialista europeo se encuentra en una crisis profunda debido a las brechas existentes entre los distintos países de la Unión. Los capitalistas de EEUU y de la Unión Europea sólo han visto una salida para la encrucijada y es tender a la reacción. Por un lado, se han fortalecido los lazos económicos y políticos entre los distintos países de la UE, llegando a verdaderas cesiones inadmisibles de soberanía. Este camino fue iniciado con el Tratado de Masstricht, se ha ido profundizando con el Tratado de Lisboa y ahora con el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones entre EEUU, Canadá y la UE. Los viejos ganadores de la Guerra Fría buscan desesperadamente fortalecer y cohesionar su bloque, sin llegar a conseguirlo, para hacer frente a nuevos competidores, los BRICS.

Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; estos son los países que están emergiendo como nuevas potencias mundiales desplazando progresivamente a la vieja hegemonía militar y económica norteamericana. Estos países, especialmente Rusia y China, están pasando de una etapa de construcción (o reconstrucción en el caso de Rusia) y desarrollo  a una etapa de plena expansión. Sus economías están siendo boyantes en todo lo que las viejas potencias están fallando, desarrollo industrial, autonomía energética y potencial comercial.

Rusia ha ido saliendo del atolladero en el que se metió en la época de Gorvachov y Yeltsin, y ha vuelto a la primera escena internacional a defender sus intereses. Por su parte, la República Popular China ha seguido un desarrollo imparable desde el triunfo de las fuerzas comunistas en 1949 encabezadas por Mao Zedong. Poco a poco ha ido pasando de ser un gran país dependiente y semicolonial a ser la potencia emergente más importante del mundo. La apertura de China a determinadas formas de economía de mercado, iniciada tras la reforma de Deng Xiopeng, ha supuesto la presencia de China en las principales instituciones económicas capitalistas internacionales como el FMI y el Banco Mundial y el desarrollo a gran escala de su papel en el comercio internacional.

China ha formulado una suerte de capitalismo de estado que combina elementos socialistas (la estructura socio política del Estado Chino sigue siendo socialista bajo la dirección de un partido comunista, así como diversos rasgos económicos como la propiedad estatal de la tierra cedida en usufructo a los campesinos) y capitalistas. El Estado Chino controla sólo un 30% de la economía, este se cuida de controlar sectores estratégicos: banca, industria militar, energética, naviera,… Esto le permite realizar una suerte de planificación que le ha permitido despuntar como economía emergente a nivel global. Su papel en determinados países de Asia, América Latina y especialmente África, está siendo indudablemente positivo a nivel comercial ofreciendo un comercio sobre unas bases más justas y préstamos más flexibles y sin beneficios inmediatos no sometidos a la tiranía del FMI.

El ascenso de los BRICS ha roto el llamado mundo unipolar nacido del final de la Guerra Fría y ha tenido aspectos indudablemente positivos. Gracias a ellos en América Latina se han asentado diversos regímenes progresistas que levantan en alto la bandera de la emancipación nacional y la lucha por el control de sus recursos y por el desarrollo económico y confrontan abiertamente con los monopolios de América del Norte y Europa en pro de un capitalismo desarrollista. También ha sido beneficioso para la supervivencia de las revoluciones socialistas que sobrevivieron a la caída del Muro de Berlín como es el caso de la República de Cuba o la República Democrática Popular de Corea. No obstante el miedo de la oligarquía financiera y de los grandes monopolios occidentales ha resucitado el fantasma de una nueva guerra mundial imperialista.

Tambores de Guerra

No nos imaginábamos cuánta razón iba a tener el periodista belga Michel Collon cuando tras los bombardeos contra Yugoslavia en 1999 dijo: “Yo si fuera ruso tendría miedo”. Prácticamente todas las intervenciones en las cuales ha estado implicado el ejército de los EEUU o sus aliados de la OTAN han estado destinadas a destruir posibles aliados de China y Rusia, asegurar el tránsito de sus recursos energéticos por lugares seguros y controlar zonas estratégicas desde las cuales preparar un ataque lo más mortífero posible contra los dos gigantes emergentes. No es casualidad que la OTAN bombardeara Libia y apoyase el derrocamiento de Muammar Al Gadafi cuando este comenzó a suscribir acuerdos de suministro de petróleo con compañías chinas. Tampoco es extraño los intentos por desestabilizar y destruir Siria en los últimos años, pues este país era uno de los pocos que seguía manteniendo una base naval rusa en su territorio…., al igual que Ucrania en Crimea hace unos meses.

La ofensiva militarista de occidente sigue desarrollándose sin paliativos, ya no sólo reflejada en la ampliación de la OTAN hacia el Este con el fin de cercar a Rusia, o con los intentos de EEUU de formar una especie de OTAN asiática contra China cuyo principal impulsor en Asia parece ser Japón, el cual desechó el precepto constitucional que impedía al ejercito de Japón enviar tropas a países extranjeros. Se está promoviendo paulatinamente una política mediática de miedo, de demonización contra los posibles agresores, por todas partes puede estar el enemigo: los terroristas internacionales, el yihadismo, etc.. Todos ellos son monstruos que los imperialistas han creado para que los pueblos del occidente les apoyemos ciegamente en su cruzada

Debemos tener claro que las guerras mundiales han sido armas que han utilizado para hacer subsistir y regenerarse a un capitalismo caduco y senil. Con la guerra los imperialistas buscan varios objetivos además de acabar con sus enemigos y proceder a un nuevo reparto del mundo en donde se garantice seguir con su exportación de capitales, la guerra es un arma maravillosa a la hora de destruir fuerzas productivas sobrantes y de librarse de parte de la mano de obra excedente. Así consiguió regenerarse el capitalismo después de la Primera y Segunda Guerra Mundial que costaron decenas de millones de muertos a la clase obrera, destinados a morir por los beneficios de una ínfima oligarquía bajo la bandera de la “Patria”. No obstante, el desarrollo de las armas químicas y nucleares pueden destruir nuestra casa grande, nuestro hogar, el planeta tierra.

Por ello, el movimiento obrero y las organizaciones comunistas y del campo popular deben preocuparse de una manera cada vez más seria del peligro de guerra. Debemos ir progresivamente concienciándonos de las intenciones bélicas que tienen  y movilizarnos contra los avances de las políticas imperialistas y militaristas que se desarrollen en el conjunto de los países europeos. Para ello, necesitamos una izquierda más clarividente que no se deje adormecer por discursos que desde parámetros vanamente “democratistas” o de defensa de los “derechos humanos” nos conduzcan a tomar posiciones que favorezcan los intereses de los imperialistas. Nuestro enemigo está con nosotros, es el imperialismo español y sus multinacionales, el imperialismo europeo y el imperialismo norteamericano materializado en las bases militares de Rota, Morón y Torrejón de Ardoz.

Internacionalizar las luchas de los trabajadores de todos los países es una cuestión fundamental, debemos convencernos que los obreros, sean del país que sean, tienen un mismo interés en liberarse de la explotación imperialista y en luchar por la emancipación de los pueblos oprimidos y que ningún oligarca podrá enfrentarlo con sus hermanos bajo las consignas “patrióticas” y “chovinistas”.