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El sistema capitalista también se encarga de posicionar a la mujer trabajadora en un plano de desventaja y sobre todo, después de la agudización de la crisis capitalista que estamos viviendo.

En la actualidad, el problema de la mujer en cuanto a su opresión de género está viviendo un periodo de flujo debido, entre otras, a las medidas que han intentado imponernos los gobiernos de turno.

La última y más sonada ha sido el anteproyecto de la ley del aborto. Con ésta hemos visto como miles de mujeres y hombres se echaron a la calle para defender el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y finalmente, gracias a la lucha, fue derogada, terminando con la dimisión del Ministro de Justicia.

Aun así, hoy en día, podemos observar como en las organizaciones de clase el número de mujeres militantes sigue siendo minoritario, organizándose éstas en colectivos que sólo tratan la opresión de género, olvidando el punto de vista de clase, o en organizaciones que no enfrentan el sistema de la propiedad privada como origen de las desigualdades y diferencias sociales entre hombre y mujeres, obviando así la raíz del problema de la opresión que sufrimos las mujeres trabajadoras, cómo género y cómo clase.

Por su parte, la clase dominante, la burguesía se encarga, de dificultarnos esta labor de integrar a la mujer trabajadora en la lucha en torno a las organizaciones de clase, siguiendo la consigna de ‘divide y vencerás’, desquebrajando así a la clase obrera, y dificultando por tanto su lucha por la conquista de sus derechos como clase y la lucha en pos de la igualdad entre seres humanos.

Así pues, los y las capitalistas, nos hacen ver continuamente la incorporación como un logro del sistema capitalista, sobre todo, en los países desarrollados, en cuanto al tema de género, como la incorporación de la mujer al ejército, como las mujeres ahora pueden ostentar cargos de poder en una empresas, o incluso, como la mujer ha podido llegar a  dirigir todo un país, véase el caso de Angela Merkel la canciller federal de Alemania, entre otros. También se intentan realizar campañas publicitarias en torno a la cuestión de la ‘violencia de género’, y días como el 25 de noviembre salen a la calle, de morado, como no podría ser de otra manera,  y enarbolan la palabra ‘igualdad’ con grandes y elocuentes discursos.

Con esto, por un lado olvidan, que si hoy en día, la mujer puede ostentar cargos de poder o  puede llegar a ciertos cargos públicos y de la administración es gracias a la lucha que anteriormente han llevado las mujeres, reivindicando sus derechos como mujeres trabajadoras, siendo uno de los países pioneros en este hecho la URSS, donde, por ejemplo las mujeres participaron activamente en la construcción de la revolución socialista, ocuparon puestos en la administración pública, ocuparon altos cargos dentro del ejército revolucionario del pueblo, siendo de vital importancia su labor durante la II Guerra Mundial, véase el caso de las llamadas ‘Brujas de la noche’, aviadoras las cuales causaban pavor entre los soldados de las filas del ejército nazi.

Por otro lado, intentan hacer creer, al conjunto de la sociedad, y en concreto a la mujer trabajadora, que primero, la igualdad total entre hombres y mujeres en cuanto a género se puede conseguir dentro del sistema imperante, su sistema, el capitalismo y segundo que prácticamente, dicha igualdad ya está conseguida, y consiguen apartar a la mujer trabajadora de la lucha por la conquista de los derechos sociales y del poder obrero.

El sistema capitalista también se encarga de posicionar a la mujer trabajadora en un plano de desventaja y sobre todo, después de la agudización de la crisis capitalista que estamos viviendo. Así pues se la relega, de nuevo, al trabajo en el hogar, con la excusa de que sobra mano de obra, en el ámbito social, con la excusa de la función reproductora de la mujer, al cuidado de los hijos, mediante el cierre de guarderías y comedores públicos, por ejemplo. O como también, en el ámbito profesional, a través de la educación que recibimos por parte del sistema capitalista: a día de hoy, sigue habiendo profesiones claramente pertenecientes al mundo de los hombres y al contrario, así las mujeres están destinadas a desempeñar profesiones que sean de cuidado y enseñanza de personas. Así la mujer trabajadora se ve sin tiempo para que se pueda organizar en su lucha como persona.

A su vez, nos encontramos con las ‘organizaciones de mujeres’, las cuales, muchas de ellas, se centran tan sólo en la lucha contra la opresión de género. Defienden derechos para todas las mujeres, sin reparar en cómo puede afectar una problemática u otra a una mujer proveniente de la clase dominante o a una mujer proveniente de la clase trabajadora o de las capas populares.

Esto no quiere decir que no lleven a cabo luchas democráticas no menos importantes para la mujer obrera y que no se consigan avances para ésta, siendo el más claro ejemplo la lucha que se llevó a cabo contra el  anteproyecto de la ley del aborto, la cual, debido a esta lucha se consiguió derogar y estuvo encabezada y organizada en su gran parte por dichas organizaciones de mujeres.

Sin embargo si analizamos este caso en concreto podemos ver la forma en la que dicha ley hubiera afectado a una mujer a otra es muy distinto. Una mujer burguesa por ejemplo, tiene más facilidad de acceso de métodos anticonceptivos o en caso de quedarse embarazada más facilidad de abortar en un país extranjero o en una clínica privada, debido a sus ingresos o economía, en definitiva tiene cierta posibilidad de esquivar las trabas de lo que podría suponer dicho anteproyecto de ley y llevar a cabo, cuanto menos, un aborto seguro . Sin embargo, la mujer trabajadora, debido a su situación de precariedad ve muy reducidas las posibilidades de acceder a un aborto seguro, ya que en este caso seguramente para poder decidir sobre su cuerpo y su vida se viera destinada a realizarlo de manera clandestina, con todos los peligros que supone esta práctica para la salud, tanto física como mental para la mujer a la que se le práctica. Así se la empuja a ejercer su función reproductora como mujer y así aumentar la reserva de mano de obra que necesita el capitalismo.

Debido a esto, considero, que como mujer militante, desde las organizaciones de clase debemos de analizar el problema, y buscar soluciones ante nuestros errores, ya que a día de hoy,  no somos capaces de articular a la mujer en torno a la lucha por el poder obrero.

Para ello debemos de realizar un profundo análisis de las trabas que nos pone el capitalismo para llevar a cabo dicha tarea, a través de la formación y el trabajo, siendo conscientes que para conseguir nuestra meta final necesitamos de la otra mitad de la clase obrera. Así debemos de ser capaces de ofrecerles a las mujeres trabajadoras que se acercan a nuestras filas, una solución a su situación de desventaja y desigualdad a la que se ven expuestas en el sistema imperante, y consiguiendo que no sientan que su lucha queda relegada, dentro de las filas de las organizaciones de clase, en un segundo plano, contando así, de una vez por todas, con ‘quienes sostienen la mitad del cielo’.

Hemos de ser capaces de relacionar todas las luchas que se están llevando a cabo por la conquista de los derechos sociales, las luchas en la sanidad, en la educación, con la lucha feminista, dándole a esta el carácter de clase y vincular a las mujeres trabajadoras en dichas luchas, haciéndolas entender que sólo se podrá acabar con la desigualdad mediante la lucha general de toda la clase obrera y de los sectores populares por la extinción de la explotación de unos pocos sobre unos muchos. El camino iniciado para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres se concluirá tras erradicar la raíz del problema.