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Hay demasiadas personas hoy en día que siguen equiparando dos tendencias que habría que empezar a saber distinguir, me refiero a la ocupación social y a la ocupación delictiva.

Todos y todas hemos oído alguna vez el término “okupas” pronunciado por alguien de forma despectiva, para denominar a algunas personas que entran por la fuerza en casas abandonadas (o incluso, no abandonadas), vacías, por terminar de construir, esperando a ser alquiladas, etc., para habitar en ellas sin tener que pagar, y que generalmente tienden a suponer que se desarrollará en un empeoramiento de la convivencia entre vecinos y vecinas de una misma comunidad, de un mismo bloque… Y aunque en algunos casos es así, la realidad es que esta forma de ocupación es la que menos se da, y la peor de este sistema nauseabundo y corrompido.

Hay demasiadas personas hoy en día que siguen equiparando dos tendencias que habría que empezar a saber distinguir, me refiero a la ocupación social y a la ocupación delictiva.

La ocupación social es la que se da cuando el sistema que nos gobierna se encarga, con sus políticas de recortes antipopulares y antiobreras, de dejarnos a la mayoría trabajadora y social de “patitas en la calle” cuando no podemos seguir pagando una hipoteca por la falta de trabajo o la reducción salarial; por no poder alquilar una simple habitación siquiera por los mismos motivos, o cuando una habitación no basta para albergar a toda una familia que se ha visto desprovista de techo; cuando un jornalero andaluz no tiene tierra que trabajar; o cuando no existen espacios sociales/culturales o los que existen los controla y manipula el mismo sistema, por lo que hace falta entrar a grandes espacios para dar voz a los vecinos y vecinas que de otra forma se verían incapaces de expresar sus sentimientos, sus preocupaciones, su arte.

Si observamos estos ejemplos de cómo y porqué se da este tipo de lucha, se pueden diferenciar dos aspectos dentro de la misma: el económico y el político.

En el aspecto económico podemos hablar de la ocupación más o menos organizada, de tierras como sería el caso del SAT en Andalucía, dónde el pequeño campesinado, agricultores, jornaleros, etc., se encargan de apropiarse de terrenos en desuso o de quitárselo a los terratenientes locales, para poder ejercer un trabajo que la mayoría de las ocasiones es escaso, o inexistente. Y no por falta de tierras, o porque abunden los alimentos, o porque falte quien trabaje la tierra, sino porque a los terratenientes a quienes pertenecen no les interesa que se trabaje, o para pagar lo mínimo y sacar más beneficios de la situación de desamparo y necesidad de los campesinos y trabajadores agrícolas.

También existe dentro del marco económico de la ocupación social, la apropiación de edificios de viviendas vacíos, pertenecientes a bancos o los llamados “fondos buitre”, de manos de plataformas organizadas, como la PAH, que se encarga de entrar en bloques de viviendas para albergar allí a familias que se han quedado sin hogar. Muchas personas eligen no vivir en la calle, eligen entrar en casas propiedad de bancos y hacerlas suyas, eligen su  dignidad frente a la miseria, eligen el futuro de sus hijos e hijas frente al infortunio.

Dentro del aspecto político, cuando no existen espacios donde dar rienda suelta a nuestro arte, a nuestras habilidades individuales para aportar arte y cultura al conjunto de la sociedad, cuando no existen grandes espacios donde hacer conciertos “no profesionales” pero sí de gente muy profesional, en los que recaudar dinero para los y las activistas represaliadas, los y las sindicalistas, los presos y las presas víctimas del régimen oligárquico…, cuando todo esto ocurre, grupos de personas con intereses en común y que quieren desarrollarse como el sistema no les deja, habilitan espacios grandes y abandonados para construir ilusión, construir compañerismo, construir conciencia y dar voz a muchísimas personas que de otra forma no podrían hacerlo porque lo que prima es el beneficio económico de unos pocos frente a las necesidades y los intereses de la mayoría.

Esto es la ocupación social, el empoderamiento de las clases populares que toman la decisión de dirigir sus vidas y de ayudar a quien lo necesita, y de elevarlos en conciencia e incluso políticamente.

Por otro lado cabe señalar al gemelo malo y oscuro de la ocupación, el lado delictivo. Mafias, bandas organizadas, o el propio gobierno, son los elementos en la cúspide de esta práctica antisocial y deleznable. Muchas mafias se valen de la necesidad de la gente de tener una vivienda y ocupan edificios vacíos para luego alquilarlos más baratos que en el mercado, se valen del miedo de las familias de no querer verse envueltas en “líos legales” por lo que son incapaces de “okupar” y acaban alimentando los bolsillos de esta gentuza, que se aprovecha de sus necesidades y derechos no cubiertos. También se da este tipo de ocupación ‘mala’ para cometer actos ilegales como puede ser la venta de droga, o para explotar a mujeres prostituyendo su cuerpo para beneficiarse otros, tratándolas como mercancía. Otra práctica que se da menos, pero también se da es la de “ el contrato ocupa”, cuando empresarios necesitan una vivienda o un edificio para realizar sus negocios millonarios con los que enriquecerse y contratan a capas bajas, desconcienciadas y desclasadas de la población (mayoritariamente al lumpemproletariado), para que ocupen y entorpezcan la vida rutinaria de algunas familias hasta niveles de estrés, ansiedad, o incluso de temor por su integridad para obligarles a vender, marcharse y hacerse así los empresarios con el terreno.

Existen también otras formas de utilizar la ocupación de forma delictiva, o con fines individualistas y perversos, que sería la de los contratados por empresarios, pero sin empresarios de por medio. Delincuentes comunes, que prefieren vivir del cuento y no aportar al colectivo, antes que formar parte de algo más allá de su propio ego y poco les importa el malestar que puedan engendrar en sus  vecinos y vecinas.

Y finalmente, toca hablar de una tendencia actual que ha surgido hace poco y que está prosperando gracias al apoyo de policía, y gobierno… la “ocupación social-nacionalista”. Este tipo de ocupación de espacios  se emplea como la ocupación social, pero con fines xenófobos, homófobos y de incremento de odio social hacia lo diferente. Es llevada a cabo por miembros de la ultraderecha más recalcitrante y reaccionaria, por militantes de partidos de extrema derecha y por neonazis que se valen del apoyo social que dan este tipo de espacios, para envolverlo con un film nada trasparente, sino lleno de odio y rabia hacia todo aquello que no sea propio. Dan comida, alojamiento y espacio de  crecimiento personal, pero sólo a españoles y españolas, incrementando la  idea de que la situación por la que vivimos es culpa de los y las trabajadoras de otros países que tienen que migrar para buscarse un futuro que generalmente no pueden encontrar en su propio país por culpa de la explotación del país al que ahora acuden, que en su momento creyó necesario y beneficioso explotando a la clase trabajadora de otro lugar, y más cruelmente aún, que a la suya propia, y no de los empresarios y políticos que decidieron que el imperialismo era lo más mejor para sus bolsillos.

Por consiguiente, es necesario señalar la mala práctica de algo que se ha vuelto tan necesario últimamente, denunciarla y acabar con ella. Y diferenciarla de la herramienta, de la tan justa forma de lucha que es la ocupación y a su vez apoyar, defender y estimular  que las familias que se quedan sin casas o que no pueden permitirse algo más que vivir en la calle gracias al abandono que sufrimos, realicen esta praxis, y consigan vivir más cómodamente, para empezar a despreocuparse un poco más de su futuro inmediato, del que comerán mañana o dónde dormirán, para que puedan empezar a concienciarse, organizarse y preocuparse por conseguir que el poder político esté en sus manos para poder decidir sus propias vidas derrocando el sistema de los grandes ricos que lo dominan.