Es el momento de fortalecer las organizaciones de clase, empezando por los sindicatos, de convertir el centro de trabajo en la primera línea de combate frente a quienes nos despiden, nos explotan y nos ahogan.

Han pasado poco más de cuatro meses desde que acudimos a la primera manifestación junto a los compañeros y compañeras de Vodafone-ONO, que salieron valientemente a la calle a defender sus puestos de trabajo cuando la empresa les comunicó su intención de llevar a cabo un ERE de 1297 trabajadores, de 1297 personas, de 1297 compañeros y compañeras.

Aquel sábado 12 de septiembre, con un calor poco habitual para esas fechas, nos unimos a los cientos de compañeros y compañeras que, como decenas de miles de trabajadores por todo el país, sufrían un ataque desproporcionado por parte de la empresa que, aún teniendo decenas de millones de beneficios, pretendía aumentarlos a costa de 1059 puestos de trabajo. Aquella manifestación nos demostró el ímpetu, el ánimo, el coraje de quienes no estaban dispuestos a permitir la injusticia, y nos impulsó a aportar nuestras capacidades para combatirla.

Una semana después, el 19 de septiembre, acudimos a otra manifestación para seguir reivindicando la defensa de los derechos de la clase trabajadora, nuestros derechos. Y a pesar de que, días tras día, hay quienes insiste en afirmar que el movimiento obrero es del siglo XIX, que los sindicatos no sirven para nada, que la clase obrera ya no existe, aquella manifestación volvió a demostrar que o se equivocan o mienten. Aquel día, fuimos miles clamando contra la injusticia de 1297 despidos en una empresa con beneficios millonarios. Después vinieron una huelga de tres días, reparto de panfletos informativos, concentraciones, muestras de apoyo de todo tipo… El rechazo al ERE se hizo patente en las redes sociales, pero sobretodo en las calles, en las tiendas, en Vodafone Plaza, en la Plaza del Sol, en la Universidad…

Gracias al ímpetu, el ánimo y el coraje de los trabajadores de Vodafone, con compañeras y compañeros de CCOO a la cabeza, se demostró que, incluso en un sector tradicionalmente asociado a una escasa movilización, la lucha obrera está muy viva. Y debe estarlo, porque la patronal lo está y tiene claro que nosotros, las clases trabajadoras, somos el objetivo a abatir.

Exactamente cuatro meses después, el día 12 de enero, se producía el juicio motivado por la denuncia de CCOO. La sentencia, comunicada unos días después, consideró legales los 1059 despidos finales: la justicia, al servicio de la clase dominante de los grandes empresarios y banqueros raramente falla a favor de la clase trabajadora. Y si lo hace, como en el caso de Coca-Cola, la empresa tiene carta blanca para incumplir la sentencia. No debe extrañarnos, por tanto, el resultado judicial: en un Estado diseñado por la patronal, todos los resortes administrativos y de poder responden a sus intereses.

El despido de estos 1059 compañeros y compañeras es un atropello injustificable, y la sentencia que lo permite es sin duda un revés: pero en modo alguno podemos clasificar estos cuatro meses de derrota, ni bajar los brazos ni darnos por vencido. Todo lo contrario: es el momento de fortalecer las organizaciones de clase, empezando por los sindicatos, de mantener el ímpetu, el ánimo y el coraje, de desplegar una mayor actividad informativa, de convertir el centro de trabajo en la primera línea de combate frente a quienes nos despiden, nos explotan y nos ahogan.

La situación que hemos vivido se repite en decenas y centenares de empresas de todo el país, a medida que se agudiza la lucha de clases por la ofensiva descarada de la patronal contra la mayoría social. En la legislatura que se inicia, la maquinaria europea al servicio del gran capital vuelve dispuesta a imponer recortes de decenas de miles de millones de euros, y en el sector de las Telecos el ciclo de destrucción del empleo continúa, a medida que Orange prepara su propio ERE.

Nos espera un panorama difícil, y solo podremos afrontarlo organizados. Extraigamos la experiencia positiva de este periodo de lucha, la capacidad de movilización, las manifestaciones, la unidad obrera con compañeros y compañeras de otras empresas y otros sectores… Hoy despiden a 1059 trabajadores, pero aún quedan miles en la empresa, y cada uno, cada una, es un motivo y un deber para seguir luchando. Puede que en este conflicto, en esta lucha contra el ERE, no hayamos vencido, pero la empresa tampoco lo ha hecho: la empresa sólo vencerá si bajamos los brazos, si dejamos de luchar.

Adelante, compañeros y compañeras. ¡Ni un paso atrás!