El movimiento obrero y popular debe revitalizarse en las calles, los centros de estudios y de trabajo, hacer frente a las reformas neo-liberales y desenmascarar el carácter oligárquico-burgués de PP, PSOE y Ciudadanos.

Hace unos días, el secretario general de nuestro partido publicaba un ilustrativo artículo sobre el reflejo que los resultados de las pasadas elecciones, del 20 de Diciembre del 2015, mostraban acerca de lo que la sociedad y la clase obrera habían querido expresar. Las conclusiones, manejando los datos a vuela pluma, expresaban una tendencia clara hacia un giro a la “izquierda” en la sociedad (los partidos autodenominados de “izquierda” o progresistas han pasado de tener unos 9,6 millones de votos en las elecciones de 2011 a 12,4 millones; mientras la derecha globalmente ha pasado de tener 13,6 millones de votos a unos 11,9 millones en las últimas elecciones).

Otro rasgo que mostraron los resultados electorales, y que señala nuestro secretario general, es el desencanto con las políticas llevadas a cabo por los partidos tradicionales del gran capital. Tanto el PP como el PSOE, a pesar de volver a ser los dos partidos más votados, han perdido 3,5  y 1,5 millones de votos, respectivamente. Estos votos han ido, por un lado, a formaciones a la izquierda del PSOE que han recogido la expectativa de una parte de las masas de recuperar los derechos dilapidados durante los últimos gobiernos del PP y del PSOE. Esta opción la representaban un conjunto amplio y plural de fuerzas, encabezadas principalmente por Podemos, que expresaban el descontento de una parte de la llamada “clase media”, víctima de la crisis, así como de las arremetidas de los grandes empresarios y banqueros.

El importante avance de estas fuerzas no viene del cielo sino, principalmente, de un ciclo intenso de movilización popular, donde participaron estratos de las más diversas capas sociales frente a la política regresiva en materia de derechos laborales, sociales y democráticos planteada por los gobiernos de Rajoy y Zapatero, pero que venían dictadas por la patronal, la Unión Europea y organismos financieros internacionales como el FMI. La clase obrera participó de manera activa en este periodo de movilizaciones, como protagonista en las tres huelgas generales y diversos conflictos laborales, y junto a otras capas sociales, como fue el caso del movimiento 15M o la lucha contra los desahucios (pero haciéndolo a nivel individual y a rebufo de la pequeña burguesía y no como clase social consciente de su papel histórico revolucionario).

La situación actual, si bien no pone al actual sistema político y económico ante una crisis que haga peligrar su subsistencia sí que supone un cambio sustancial. Los partidos oligárquico-burgueses, pese a obtener una amplia mayoría en las cámaras, no tienen la posibilidad de formar gobierno, ninguno de los dos partidos en solitario, lo cual rompe el paradigma de “izquierda-derecha” dentro de los márgenes del régimen. La fragmentación parlamentaria que existe hace imposible que se forme un gobierno mínimamente estable, por lo tanto, sólo hay dos alternativas: o un gobierno en base a pactos entre las diversas fuerzas políticas o la repetición de las elecciones.

Dentro de las combinaciones posibles en el sistema de pactos, se veían dos únicas opciones: la propuesta por Pablo Iglesias de un gobierno encabezado por el PSOE pero con la participación de  las diferentes fuerzas pequeño-burguesas o la señalada por los dirigentes del Partido Popular y, en cierto sentido, el líder de Ciudadanos Albert Rivera: un compromiso entre las diferentes fuerzas pro-oligárquicas (PP, PSOE y Ciudadanos) que permita la formación de un gobierno que siga con la agenda neo-liberal impuesta por la Troika, el IBEX 35 y la CEOE.

La situación no es baladí y el principal partido que está viendo como se revuelven las contradicciones internas es el PSOE. Dicho partido es reclamado por ambos bloques (tanto por el campo popular como por el oligárquico-burgués) para sumarse a su compromiso de gobierno. Objetivamente el PSOE estaría más cerca del PP y Ciudadanos a la hora de impartir las recetas neo-liberales en España, con más o menos disimulo, sin embargo, un pacto con la derecha haría caer su careta de “izquierda” que todavía mantiene entre buena parte de la población, esto estando en una posición sumamente delicada en donde sólo le separan unos 300.000 votos de la formación de Pablo Iglesias. Esto debilitaría la capacidad de la oligarquía para mantener los puentes establecidos con ciertas capas de la sociedad, especialmente con ciertos sectores populares, obreros y sindicales, dañando su base social y gran parte del apoyo político a la dictadura política de la burguesía. No obstante, la exigencia del líder de la formación morada de controlar la vicepresidencia y carteras claves como condición a un apoyo en la investidura, hace saltar las alarmas de la oligarquía financiera y de los “barones” del PSOE, que se niegan a implementar una posición, aunque fuese mínima, de resistencia a las políticas de la UE.

El juego de Pedro Sánchez y de la dirigencia del PSOE ha sido claro: por un lado, asumir “la responsabilidad de formar un gobierno progresista” y aceptar participar en las negociaciones con las fuerzas del campo popular; por otro, decir “que el nuevo gobierno debe buscar apoyos en derecha e izquierda para tener el consenso necesario” y así justificar las conversaciones con Ciudadanos. Finalmente, Pedro Sánchez y Albert Rivera firman un acuerdo de gobierno por el cual la formación de este último se compromete a apoyarle en su investidura. La jugada intentada por ambas formaciones es clara, dar la imagen que frente a la posición de los “extremos”, del reaccionario PP y el “radical” Podemos, al final han sido los dos partidos que mejor representan la “centralidad política” (PSOE y Ciudadanos) los que han llegado a un acuerdo para resolver la difícil situación política.

La posibilidad de que tanto Podemos como Partido Popular voten en contra de este gobierno ha sido presentado por Pedro Sánchez como la “muestra de que los extremos no son capaces de sacar a España de su crisis política”. Con esta percepción de “moderación y consenso” frente al “radicalismo”, los dirigentes de Ciudadanos y PSOE quieren debilitar la imagen de las fuerzas pequeño-burguesas ante unas nuevas elecciones, o presionar a un PP cada vez más aislado y desgastado por la corrupción para que permita la formación del gobierno absteniéndose en la votación. El gran capital ve con buenos ojos esta solución, que podría presentar como un “cambio tranquilo”, que en apariencia deje atrás la oscura etapa ultra-reaccionaria del Partido Popular pero que continúe con la política regresiva en el plano social y económico.

Para mostrar al pueblo la naturaleza de cada pacto es preciso que analicemos las propuestas realizada por cada formación (tanto las de Podemos y las fuerzas democráticas como las de Ciudadanos) en materia de derechos laborales, retributiva, económica y fiscal.. De las negociaciones entre Podemos y PSOE de lo que más se ha hablado es de las pretensiones de Pablo Iglesias de controlar varios ministerios y organismos clave en la administración del Estado y la supuesta “línea roja” del referéndum de autodeterminación en Cataluña.

En temas sociales, Podemos e Izquierda Unida presentaron un programa formado por propuestas clásicas keynesianas destinadas a conseguir la “recuperación económica”, devolviendo cierto poder adquisitivo y seguridad a la clase obrera para incentivar el consumo. El problema es que hoy en día estas políticas son inasumibles tanto para los grandes empresarios y banqueros, tanto “nacionales” como extranjeros, como para los especuladores extranjeros, pues necesitan dilapidar derechos sociales y laborales de los trabajadores para intentar contrarrestar la caída continua de sus tasas de ganancia, que se viene sucediendo desde décadas.

Por su parte, el pacto de gobierno entre PSOE y Ciudadanos, presentado por los dirigentes “socialistas” como un pacto para “un gobierno progresista y reformista”, se compone básicamente de frases altisonantes y declaraciones de buenas intenciones que a primera vista no dicen nada. Bueno, sí dicen y nada bueno, ya que en el documento no viene nada acerca de altisonantes “compromisos fundamentales” que hizo el PSOE en su campaña electoral, como eran la derogación de la LOMCE o la “Ley Mordaza”. Tampoco dice nada sobre la promesa de “derogar la reforma laboral del PP”. En realidad plantean un empeoramiento exponencial de esa reforma reduciendo la indemnización por despido para los contratos temporales durante el primer y segundo año (pasando de 33 días por año trabajado a 12 y 20 días el primer y segundo año respectivamente)[i]. El bochorno de este pacto ha sido tal que el PSOE ha tenido que negar lo evidente, siendo a su vez desmentidos a las pocas horas por sus socios de Ciudadanos.

Con todo queda claro que nuevamente las opciones de gobierno más probables a las cuales nos enfrentamos, ya sean encabezadas por el PP o el PSOE, tienen como objetivo seguir con la agenda neo-liberal que tiene preparada la Troika, la CEOE, el FMI y la banca para las clases trabajadoras. Si finalmente sale adelante la propuesta de gobierno PSOE-Ciudadanos, debemos hacer saber a las masas que no se trata de un gobierno “progresista” ni de “cambio”; va ser un gobierno reaccionario que pretende seguir adelante con las “reformas” que la patronal y la banca le dictaron al gobierno del PP. Pueden cambiar aspectos cosméticos, presentar una imagen más “regeneradora”, pero seguirá siendo un gobierno afín a empresarios y banqueros dirigido contra la clase trabajadora y el pueblo.

El movimiento obrero y popular debe revitalizarse en las calles, los centros de estudios y de trabajo, debemos combatir a este gobierno desde el primer momento, debemos hacer frente a sus reformas neo-liberales y desenmascarar el carácter oligárquico-burgués de PP, PSOE y Ciudadanos. Ninguno de estos partidos son “progresistas” o “demócratas”, ni “defensores de los trabajadores”, son organizaciones financiadas por la banca y los grandes empresarios para legitimar su régimen y llevar a cabo sus medidas contra los intereses de la clase obrera y las capas populares. El movimiento social que entró en reflujo desde hace más de un año, y que lleva meses casi totalmente paralizado por la campaña electoral y la expectativa de pactos pos-electorales, debe reanimarse. Hace una semana una gran movilización sindical en defensa del Derecho de Huelga y de los sindicalistas de Airbus encausados reunió a miles de personas en defensa de este derecho laboral y democrático y consiguió la total absolución de los compañeros.

Debemos apoyar movilizaciones como la huelga estudiantil convocada por el Sindicato de Estudiantes que el próximo 13 y 14 de Abril por la derogación de la LOMCE y de la reforma universitaria “3+2”. Los comunistas no debemos dejar que sea la pequeña-burguesía la que se enfrente sola al gran capital, ya que, debido a su condición de “clase intermedia”, siempre vacilarán a la hora de enfrentarse con la gran burguesía, como ya se ha dejado ver en la reacción del Ayuntamiento de Madrid ante la “polémica” de los titiriteros, y su propia visión de clase puede  llevarles a defender posiciones ajenas a los intereses del proletariado, como hemos visto en la gestión del Ayuntamiento de Barcelona al respecto de la huelga del metro. Debemos hacer un llamamiento a la clase obrera a seguir organizándose en los centros de estudio y de trabajo y avanzar sin pausa hacia la construcción de un partido referente revolucionario e independiente de la clase obrera en España, que haga frente al dominio del gran capital y luche de manera consecuente por la conquista de la democracia, la república y el socialismo.

 


[i]    http://laboro-spain.blogspot.com.es/2016/02/despido-acuerdo-psoe-ciudadanos.html