En el 85 aniversario de la proclamación de la Segunda República debemos seguir luchando por la democracia más plena para el pueblo trabajador, por el socialismo.
Una vez más conmemoramos cómo la Segunda República era proclamada ante el clamor popular en las principales ciudades de nuestro país. Pero este aniversario no es otro cualquiera. Y no solo porque la efeméride alcance sus 85 años. También hoy vivimos un momento político importante. No estamos ante la caída inminente de la monarquía, como en 1931, pero sí ante un avance electoral del campo democrático y popular que ha erosionado el bipartidismo hasta ahora predominante. Y es que tanto monarquía como bipartidismo han sido los dos grandes pilares sobre los que la oligarquía financiera ha apoyado hasta ahora su dominio en el terreno político. Por ello trata de mantenerlos a toda costa a través de recambios tramposos, ya sea cambiando un rey por otro o mediante el acuerdo PSOE-Ciudadanos y el chantaje a las fuerzas progresistas con el fantasma del “desgobierno”. Así, pretende garantizarse que continúe la misma política neoliberal favorable a sus intereses, pese a la voluntad popular expresada en contra.
No podemos cruzarnos de brazos ante tal atropello contra la voluntad del pueblo. Debemos luchar consecuentemente por la democracia más plena para el pueblo trabajador. Las libertades democráticas no nos son indiferentes. La clase dominante de empresarios y banqueros, así como y sus representantes políticos, saben que libertades democráticas como el derecho de huelga, de manifestación e incluso la libertad de expresión, son armas que pueden llegar a ser empuñadas en su contra. Por eso, a la par que despidos, recortes en servicios públicos y rebajas salariales, se aprueban “leyes mordaza” y se procesa a activistas sindicales y sociales.
La monarquía no es neutral en nada de esto. Más bien al contrario, el rey se ha pronunciado abiertamente sobre la defensa a ultranza del “orden constitucional vigente”, es decir, de la propiedad privada del capital y las leyes que subordinan a ésta los derechos sociales y democráticos. La república, por tanto, no es una cuestión ajena a la clase obrera. Si “nuestros” explotadores se organizan entorno a la monarquía para protegerse de nuestra lucha, ¿no deberíamos dirigir esta lucha también contra esa forma de dominación que, además, ha sido tomada de las tradiciones más reaccionarias y opresivas de la historia de nuestro país? La lucha por la república no es menos importante que la lucha por la defensa de nuestros salarios y empleos. Así lo entendieron hace 85 años nuestros predecesores en el movimiento obrero que contribuyeron de manera decisiva al advenimiento de la república y el triunfo del frente popular (del que se cumplen 80 años).
Más aun, las y los obreros somos los únicos capaces de llevar la lucha democrática de manera consecuente hasta el final, pues no tenemos ningún capital privado que anteponer a la democracia más completa. Por ello, nuestra lucha republicana no debe limitarse a la elección de la jefatura del Estado, sino que debe perseguir que la clase obrera y el pueblo alcancen la mayor participación en la vida política, así como el mayor control sobre la administración pública, la economía y las empresas. Debemos luchar por una república democrática que nos permita abrir paso a una nueva sociedad socialista en la que tanto la política como la economía respondan a las necesidades sociales y no a los beneficios privados de unos pocos.
Por ello, desde el Partido del Trabajo Democrático, felicitamos al pueblo trabajador en este 85º aniversario de la proclamación de la Segunda República y animamos a la clase obrera a seguir el ejemplo de nuestros antecesores en la lucha más consecuente por la república democrática y el socialismo.
¡Viva la república!
¡Viva la clase obrera!
¡Avancemos hacia la república democrática y el socialismo!