La producción de energía eléctrica en España, como en muchos países de su entorno y como la producción de tantos otros servicios básicos, se encuentra en manos de grandes empresas privadas y en sus propietarios (fondos, bancos, y otras empresas y entidades… capitalistas). A la hora de establecer los precios y los criterios de producción y venta de la energía eléctrica, estas empresas se guían por el criterio de rentabilidad y beneficio. Los directivos de las empresas capitalistas no son hermanitas de la caridad, ni sus propietarios tampoco, buscan beneficios y los obtienen.
No es una cuestión secundaria. No es lo mismo luchar contra los efectos más graves del sistema que luchar contra la raíz del problema.
La producción de energía eléctrica en España, como en muchos países de su entorno y como la producción de tantos otros servicios básicos, se encuentra en manos de grandes empresas privadas y en sus propietarios (fondos, bancos, y otras empresas y entidades… capitalistas). A la hora de establecer los precios y los criterios de producción y venta de la energía eléctrica, estas empresas se guían por el criterio de rentabilidad y beneficio. Los directivos de las empresas capitalistas no son hermanitas de la caridad, ni sus propietarios tampoco, buscan beneficios y los obtienen. Están obligados a ello, aun si para ello tienen que morirse 200 ancianas, porque si no maximizan los beneficios, los inversores se llevan su dinero a otra empresa. La empresa capitalista está diseñada para obtener beneficios para sus accionistas, es su naturaleza, igual que está en la naturaleza de un depredador comerse a sus presas.
Hay quien plantea «humanizar» el capitalismo, implantar normas y medidas legales que minimicen los efectos más adversos de la dinámica del sistema. Pueden proponer, por poner un ejemplo, una ley que en determinados casos extremos, impida que las compañías eléctricas le corten la luz a una persona que no puede pagar. Dicen: «el problema es que hay gente que no puede pagar, hacemos una ley que impida los cortes en esos casos, y problema resuelto». Esto obviamente supone un alivio, pero se queda en la superficie del problema.
El problema, en el caso de la energía, va mucho más allá de eso. La dinámica de acumulación de capital de las empresas privadas, está provocando que algunas industrias tengan una factura eléctrica muy elevada. Se está paralizando la I+D en energías alternativas porque no da los suficientes beneficios a corto plazo. La red eléctrica no se moderniza lo suficiente ni las centrales eléctricas para que generen menos CO2. Se paga demasiado cara la factura de la luz de las familias, etc, etc.
La realidad es que hoy los accionistas de esas grandes compañías (sean bancos, fondos de inversión o individuos…) no juegan ningún papel progresista desde el punto de vista social, sino todo lo contrario, son parásitos que cobran una renta simplemente porque son propietarios de unas acciones y tienen al Estado que protege su propiedad (jueces, parlamento, gobierno, militares y policía). En el caso de la producción energética, el papel de los accionistas es reaccionario, es un atraso y es anacrónico.
España podría perfectamente satisfacer sus necesidades energéticas sin necesidad de pagarles «el impuesto revolucionario» a los grandes propietarios de acciones. Las compañías podrían trabajar de manera eficiente y rentable, sin pérdidas financieras, si estuviesen bajo control social y democrático, coordinadas unas con otras, siguiendo un plan que obedeciese a las necesidades reales de la economía y no al interés de los capitalistas.
¿Qué proponemos?
1) La nacionalización total del sector de la producción y distribución eléctrica en todo el país.
2) El establecimiento de mecanismos de control democrático de la producción y planificación de las actividades de esas empresas. El control lo tendrían los trabajadores y el Estado. Así evitamos que un gerente pueda tomar decisiones que deterioren el servicio y haga campaña por la reprivatización (como está ocurriendo en los ferrocarriles o en la sanidad pública).
3) La creación de tarifas eléctricas ajustadas a los distintos casos de uso, con diferentes precios en función de la situación. Una para las grandes industrias, otras para las familias en dificultades económicas, etc.
4) Las grandes eléctricas se han metido en el bolsillo 56.000 millones de € desde que estalló la crisis económica. El recibo de la luz se ha incrementado de media un 52%. Dispondremos de esos recursos para el interés de la sociedad, no para los accionistas. Hay dinero.
5) Se establecerá un plan económico, coordinado, que calcule las necesidades reales de producción y en base a eso se construirá y modernizará la red. De forma planificada, no en base a los beneficios de los accionistas.
¿Quedarse en la superficie?
Hay quienes prefieren quedarse en la superficie y proponen medidas paliativas. Proponen curar el cáncer con aspirinas.
Lo hemos visto allí donde gobiernan, la tendencia clara es a dejar en el cajón «para más adelante», las medidas más ambiciosas de su programa. Han pasado del «sí se puede» al «ya veremos».
Tras haber fracasado en su intento de «asaltar los cielos» y, vamos a tener gobierno del PPSOE para rato, están procurando agitar la «lucha contra la pobreza energética». Es positivo que tras un periodo de descenso general de la movilización social (salvo casos excepcionales y heroicos como el de las y los espartanos de CocaCola en lucha) se pretendan retomar las calles y denunciar una de las consecuencias más repulsivas de las políticas capitalistas. Sin embargo, meterse en esta batalla sin hablar de nacionalizaciones y de medidas de fondo en la economía muestra ingenuidad y haber reculado en sus medidas más ambiciosas, no sabemos muy bien porqué, debe ser que tienen miedo de asustar a sus votantes, de que les acusen de comunistas o algo parecido.
Esta gente no ve más allá de lo electoral, del ganar escaños, tienen una concepción totalmente subordinada a lo institucional, no ven la posibilidad de otras vías y supeditan a esta táctica el porvenir del movimiento.
Algunos dentro de este bloque de la «nueva política», intentan hacernos creer que el proyecto va más allá de intentar algunas reformas superficiales del capitalismo realmente existente, conseguidas mediante la lucha electoral. Se dan golpes de pecho reafirmando su revolucionarismo, su pedigree de izquierdas… mienten. Y para ello, frente a las afirmaciones de radicalidad en el regate en corto… invitamos a abrir un periódico o poner la tele y escuchar de qué están hablando sus dirigentes y diputados, que a fin de cuentas es lo que realmente importa. Fijémonos no tanto en el programa político, como en la «agenda» del día a día… qué hacen sus concejales y diputados allá donde gobiernan, qué dicen en la prensa, y entonces nos daremos cuenta del juego al que están jugando, más allá de las apariencias.
Vayamos al fondo del asunto
Otros hemos optado por ir más allá, no quedándonos en la reforma, sino con el horizonte puesto en la revolución. No nos negamos a impulsar reformas y a luchar por ellas, siempre y cuando estas reformas hagan avanzar políticamente a las masas populares, no a encorsetar su lucha en el marco electoral. Luchas por reformas que sirvan para que las masas trabajadoras abran los ojos, no ponerles una venda en la cara sobre la humanización del capitalismo.
Nosotros Partimos de la idea de que a día de hoy, no hay justificación para que las partes más importantes de la economía sigan controladas por el capital privado. La misma idea de la nacionalización de sectores estratégicos, la planificación económica a gran escala, y el control obrero de las grandes industrias, no solo es un objetivo deseable, sino que es imprescindible, si queremos satisfacer las necesidades de la mayoría social y construir una economía que pueda superar los graves problemas medioambientales, que amenazan nuestra misma existencia en el planeta.
El centro de toda esta agenda política, la base social que la impulse, no está en una masa difusa de clases medias bienpensantes, en eso que algunos llaman «la gente». Sino que está en el grupo social más importante de este país, en la clase obrera, en quienes principalmente producen los bienes y servicios que sostienen esta sociedad. No hacemos esta afirmación porque a día de hoy sean los más activos políticamente o sean los mas organizados. Para nada. Los trabajadores son el grupo social más importante porque, en forma potencial, son los que tienen mayor interés objetivo en generar un cambio de rumbo en la organización social y económica, en construir una economía de tipo socialista, que ponga en el centro el verdadero interés de la sociedad, que se contrapone cada vez más al de los capitalistas.
Y como interés objetivo entendemos que lo es independientemente de que a día de hoy lo perciban, sean conscientes de ello o no. Para que la clase obrera recupere su combatividad política, para que la conciencia de clase vuelva a despertar, es preciso la acción organizada, planificada y consciente de los revolucionarios. No va a surgir espontáneamente.
Por eso las y los comunistas del PTD hemos decidido emprender el camino de la revolución, de la organización del partido que es necesario para tal fin. Y esa organización necesaria e imprescindible, no es un partido de la reforma, ni una fracción revolucionaria dentro de los partido reformistas, sino un partido revolucionario independiente, el partido de los trabajadores, de las fábricas y de los barrios. Un partido comunista.
Porque “para asaltar la fortaleza, primero hay que organizar el asedio” como decía Lenin. Vamos despacio, pero vamos lejos.