El 8 de marzo se ha convertido en el día internacional de la mujer. Se trata de un día históricamente reivindicativo, de rememoración de un pasado de duras conquistas por un lado y por otro lado de lucha por nuestros derechos, todavía hoy bajo continuo cuestionamiento. Las mujeres, consideradas como menores de edad hasta hace relativamente poco, eramos excluidas de la vida pública de forma sistemática. Relegadas primero al trabajo puramente reproductivo y condenadas después a percibir salarios inferiores al de nuestros compañeros en todos los sectores laborales, nos convertimos en la silenciosa columna vertebral de todos los sistemas de explotación. Cargando sobre nuestras espaldas al mismo tiempo el peso del trabajo doméstico y el del trabajo asalariado, hemos tenido que soportar, durante siglos, la humillación de ser catalogadas como “sexo débil”.

El patriarcado, nacido como forma de traspaso de la propiedad privada por la vía paternal, está ligado en sus orígenes a la herencia y por tanto al establecimiento y la perpetuación de las clases sociales. Esto significa que no se puede cuestionar lo uno sin cuestionar lo otro, puesto que están ligados entre sí. Y es que tanto las formas del patriarcado, como las formas de propiedad han ido variando a lo largo de la historia, pero nunca han dejado de estar presentes. En efecto, ambas instituciones están ya tan absolutamente arraigadas en nuestra forma de vivir y de pensar, que resulta extremadamente difícil luchar contra ellas. Pero más difícil aún nos resultará, compañeras y compañeros, si seguimos desvinculando ambas luchas, especializándonos unas en la emancipación de las mujeres y otras en la emancipación del conjunto de la clase obrera.

El movimiento sufragista que dio origen al feminismo, estaba compuesto fundamentalmente por mujeres burguesas y estas fueron ninguneadas y ridiculizadas, durante más de un siglo, por los distintos gobiernos ante los que reclamaban el derecho a voto de la mujer. Esta situación comenzó a cambiar cuando las mujeres y los hombres de la clase trabajadora salimos en masa a las calles a reivindicar, no sólo el derecho a voto femenino, sino también la mejora de nuestras condiciones laborales y en general la emancipación del conjunto de nuestra clase frente a la clase que nos explotaba entonces y que nos explota ahora. Recordemos que la celebración de este día como día de la mujer, fue promovido en sus orígenes por los partidos comunistas de norteamérica y de Europa -entonces llamados socialdemócratas-, para luchar por los derechos políticos de las mujeres trabajadoras.

Las y los comunistas del PTD somos conscientes de que este largo proceso de separación de ambas luchas, es perjudicial para el conjunto de la clase obrera y forma parte de una estrategia de división llevada a cabo por la clase dominante para debilitarnos y conservar así sus intereses. Por eso, hoy y todos los días, recordamos la necesidad de vincular ambas luchas.

¡Por la emancipación de las mujeres y de la clase obrera!

¡Que viva la lucha de las mujeres trabajadoras!