Si la administración Obama ya había intervenido en Siria apoyando a grupos extremistas y con bombardeos bajo el pretexto de combatir al autodenominado Estado Islámico, con Trump vuelven las intervenciones directas y abiertas contra Estados soberanos que caracterizaron a la era Bush. Además, nuevamente se aduce el pretexto humanitario, acusando al gobierno sirio de cruzar la “línea roja” tras haber presuntamente atacado a civiles con armas químicas en la provincia siria de Idlib. Otra vez se utiliza una acusación no confirmada como pretexto para volcar a la opinión pública en favor de una intervención militar. Tras este pretexto no parecen claras las verdaderas razones de la administración Trump para emprender el ataque. Pese a que los bombardeos han causado hasta 9 bajas entre las fuerzas armadas sirias, la base aérea atacada sigue intacta. No es descartable que se trate de un alarde militar del presidente estadounidense para calmar a los sectores más belicistas en su partido y en el Pentágono, en un contexto de agudización de la lucha en el seno de la clase dominante estadounidense. Sin embargo, es demasiado pronto para afirmarlo con seguridad, por lo que habrá que observar atentamente cómo se desarrollan los acontecimientos.

En cualquier caso, el bombardeo ordenado por Trump sienta un peligroso precedente en el conflicto sirio, pues hasta ahora EEUU no se había atrevido a atacar tan abierta y descaradamente al ejército sirio. Tanto la OTAN como los aliados de EEUU en Oriente Medio (Israel, Jordania y Arabia Saudí) han aplaudido el alarde militar de Trump. Mientras, Rusia e Irán han condenado la agresión. Pese a las promesas de Trump de relajar la tensión con Rusia (no así con Irán), esta intervención militar vuelve a elevar la tensión entre la OTAN y Rusia. Además, el ataque ha alentado a los grupos extremistas, como el autodenominado Estado Islámico, que poco después de la agresión estadounidense lanzó una contraofensiva sobre Palmira, contenida de momento por el ejército sirio. Es decir, la intervención militar de Trump no solo no protege a ningún civil inocente, sino que eleva la tensión internacional y prolonga el conflicto sirio y con ello el sufrimiento del pueblo del país árabe.

En este sentido particularmente vergonzosa ha sido la posición cómplice del gobierno español, aplaudiendo el alarde estadounidense y aceptando de buen grado que los buques que han realizado el bombardeo partieran de la base militar que los EEUU tienen en Rota, en nuestro país. Recordemos que el Reino de España no solo es miembro de la OTAN (con los compromisos que ello conlleva), sino que mantiene compromisos estratégicos con EEUU por medio de la concesión de bases militares en Rota y Morón. Este tipo de compromisos llevan implícita la cooperación en agresiones como ésta. En cualquier caso se vuelve a involucrar a nuestro país en aventuras imperialistas que pueden tener consecuencias tan impredecibles como trágicas para nuestro pueblo. ¿O nos hemos olvidado de la guerra de Irak de 2003 y del 11M?

Desde el Partido del Trabajo Democrático condenamos rotundamente el alarde imperialista de Trump y exigimos que se retomen las negociaciones de paz sobre la base de la soberanía y la integridad territorial de Siria, así como la lucha contra los grupos extremistas y sectarios. Sólo el pueblo sirio tiene derecho a elegir a sus gobernantes en un marco de libertad religiosa y convivencia pacífica entre confesiones. Las intervenciones “humanitarias” ni evitan masacres ni traen la paz, como bien demuestran las experiencias de Kosovo, Irak y Libia. Asimismo denunciamos la complicidad del régimen político español con la agresión y llamamos a las fuerzas del campo popular a no ceder ante los tambores de la “guerra humanitaria”. Las acusaciones de crímenes de guerra deben ser contrastadas por investigaciones independientes, no servir de pretexto para guerras de agresión.