Elecciones 2019

Resumen ejecutivo

Nos encontramos en un contexto electoral complejo para la izquierda.

Si en procesos electorales anteriores, la existencia de candidaturas unitarias del campo popular facilitaba las cosas, en la actualidad, la fragmentación de estas opciones hace que sea más difícil la toma de una decisión sobre el sentido del voto.

Es por esto que desde el PTD valoramos diversos factores (que desarrollamos y aclaramos más adelante), pero que se pueden resumir en dos:

  1. Estamos en un contexto de empeoramiento de la situación y reentrada en recesión económica. Esto implica la necesidad de reformas estratégicas impulsadas por los partidos de la burguesía, contra los trabajadores y el pueblo.
  2. Además, aunque hay estallidos puntuales, hay un bajada en la intensidad de la lucha de clases, si lo comparamos con la oleada desde el 2008 hasta el 2016. Esto se relaciona con la mejoría relativa de la situación económica en los últimos 3-4 años. En contra de la opinión generalizada en la izquierda, consideramos que el papel de los errores e incoherencias de la dirección política del campo popular, aunque tiene su peso, no es el factor principal.

Teniendo en cuenta estos factores, la lógica nos lleva a plantear que en el momento actual el objetivo es ser capaces de bloquear y contener lo más posible los intentos de los partidos oligárquicos (PP, PSOE, Cs), la ultraderecha reaccionaria (VOX) y los partidos de las burguesías nacionales catalana y vasca, de impulsar sus respectivas agendas políticas estratégicas.

En base a este objetivo prioritario y a sabiendas de que:

  1. hay un escenario de fragmentación de las candidaturas de la izquierda no social-liberal y con escisiones por la derecha de las tendencias social-liberales.
  2. que en algunos sitios no se van a presentar candidaturas unitarias (algo que consideramos un error).
  3. que en algunas zonas se van a presentar candidaturas formalmente más radicales, pero con escaso apoyo social y que fragmentarán aún más el voto,

Creemos que es necesario concentrar el voto en las candidaturas de Unidas Podemos y sus confluencias para evitar que el parlamento vuelva a ser un cortijo del IBEX.

Además consideramos que tras el próximo ciclo electoral, la izquierda no social-liberal, y no nacionalista del estado debe hacer una revisión de la política de convergencia, de su programa político y de su estrategia, aprendiendo de los aciertos y errores de este periodo que toca a su fin. El PTD contribuirá con decisión y en la medida de sus posibilidades a este empeño.

Análisis de coyuntura: Contención y reorganizar las fuerzas

Ante el nuevo ciclo electoral que tenemos por delante, el Comité Central del Partido del Trabajo Democrático, reunido el 23 y 24 de Marzo de 2019 y en nombre de todas las personas que integramos el PTD, quiere compartir sus reflexiones con la gente que simpatiza con las ideas y propuestas de nuestra organización, así como con las personas que son activistas y militan en el campo popular y sus organizaciones sociales, sindicales y políticas.

Esperamos que este análisis contribuya a que se tome una decisión bien fundamentada sobre el sentido del voto en las próximas elecciones generales, autonómicas y municipales. Así como a elaborar una hoja de ruta que permita superar la actual situación de crisis en favor del campo popular y la clase trabajadora.

El contexto en que nos encontramos

Reentrada en recesión

El contexto económico en el que nos encontramos se caracteriza por la reentrada en recesión de la mayor parte de la economía mundial después del agotamiento de los paquetes de estímulo financiero y el fracaso de las políticas de austeridad en poner coto al déficit público y privado y el aumento de los precios de las materias primas.

Una vez agotado el efecto amortiguador de las políticas que se pusieron en marcha, vuelven los efectos económicos de la crisis: estancamiento de los pedidos en la industria, reestructuraciones empresariales y expedientes de regulación de empleo, peligro constante de deslocalización de empresas y en general, aumento de la presión competitiva sobre las plantillas de las empresas lo que se traduce en un frenazo de los salarios y el empeoramiento de las condiciones laborales.

La respuesta de las élites capitalistas occidentales (con especial protagonismo de la Administración Trump) es la vuelta al proteccionismo de sus mercados mediante los aranceles. La UE, le sigue los pasos de forma más tímida, pero reactiva. Esta combinación de proteccionismo y recesión se está convirtiendo en una tormenta perfecta que amenaza cientos de miles de puestos de trabajo en toda la UE, a medida que USA desmantela y retira sus plantas de producción en Europa y las empresas de la UE redoblan la presión competitiva sobre sus plantillas y cadenas de proveedores, aumentando el chantaje sobre cientos de miles de sus empleados.

A esto se añade el agotamiento del colchón familiar que pudo servir para aminorar el impacto de la oleada recesiva del 2008, y unas finanzas públicas debilitadas por el déficit y la baja fiscalidad a las rentas altas, la escasa capacidad del Estado para ejercer control sobre la producción y circulación de mercancías y servicios y, en el contexto europeo y español, unos tratados que limitan seriamente la capacidad del estado para tomar medidas políticas y económicas más allá de la convencional intervención regulatoria del mercado.

Reflujo de la lucha de clases

A priori podría parecer que un contexto que castiga tanto a la clase trabajadora y las capas populares pudiera ser favorable a una intensificación de la lucha de clases, pero esto no está ocurriendo. Cualquier observador que mire más allá de la esfera de la militancia concienciada, a la gente corriente de los barrios y las plantillas de las empresas podrá dar fe de esto.

Hay estallidos con mucho potencial, como el 8M, pero que todavía necesitan desarrollar y concretar su agenda. También hay luchas de resistencia de las plantillas de algunas empresas amenazadas de cierre. Pero la tónica general es la desactivación del movimiento obrero y sindical y del campo popular.

Sin dejar de tener en cuenta los muchos errores, inconsistencias y contradicciones en la dirección político-ideológica del campo popular, creemos que el factor fundamental en este proceso de reflujo general de la lucha de clases se encuentra en factores externos a esta. A saber:

  • La amarga experiencia colectiva que los trabajadores y trabajadoras de este país han sufrido durante la reciente oleada recesiva posterior al 2008, en especial el paro estructural de larga duración. La gente ha aprendido en sus carnes lo que significa perder un trabajo sin posibilidad de encontrar otro en una largo periodo de tiempo. Esto ha provocado un fuerte aumento del nivel de resignación de la clase trabajadora ante el aumento de la explotación en las empresas.
  • La mejora relativa de la situación económica con la vuelta a la actividad a partir de 2014. Esta mejora ha disminuído el empleo estructural y permitido que a los hogares obreros llegue algún ingreso tras años en que no llegaba nada. Y generalmente se traduce en forma de minijobs, precariedad laboral y salarios/hora extremadamente bajos.

La combinación de estos dos factores es el vector principal del reflujo en la lucha de clases que hemos experimentado desde 2014.

Aparición de un polo reaccionario

La crisis no solo provoca víctimas en el campo obrero y popular, sino que también se cobra su peaje en el seno de la burguesía.

La dificultad para acceder a unos mercados europeos dominados por las grandes corporaciones está provocando una auténtica rebelión en clave reaccionaria y conservadora de amplias capas de la mediana y pequeña burguesía.

Esta es la clase social que está impulsando los movimientos y partidos de ultraderecha que están surgiendo en toda la UE, y en algunas regiones de los países miembros, como Cataluña en España.

A pesar de su pluralidad y diferencia de matices, todos estos movimientos tienen la misma base: la necesidad de sectores “nacionales” de la burguesía, de mejorar su posición competitiva frente al gran capital transnacional, proteger sus mercados y explotar a su clase obrera con más libertad e intensidad.

Su obsesión contra los trabajadores de origen extranjero, a pesar de que pueda parecer lo contrario, tiene que ver con la necesidad que tiene este bloque burgués en la creación de grupos de competencia en el interior de la clase trabajadora que permita incrementar el nivel de explotación de esta, no con la protección de la clase obrera “nacional”.

En el otro lado, los grandes grupos capitalistas europeos se encuentran inmersos en un debate sobre cómo asegurar la viabilidad de la UE a largo plazo. Las oligarquías financieras de los países miembros, propietarias de los grandes grupos financieros e industriales, necesitan el mercado europeo y ampliarlo lo más posible en sentido vertical, para tener un cuartel general sobre el que desplegar la guerra de competencia con EE.UU. y la República Popular China, por los mercados mundiales.

Un indicio claro de esto es el reciente debate sobre la creación de un gran grupo industrial ferroviario mediante la fusión de Alstom (Francia) y Siemens (Alemania), que ha sido frenada por las autoridades de competencia de la UE. Sin embargo, el gran capital europeo necesita de la creación de este tipo de gigantes industriales europeos para competir a nivel global.

Ciertos sectores oligárquicos de los países miembros aspiran a lograr un acuerdo de reparto sobre el dominio de estos gigantes. Así se reforzaría la tendencia hacia la formación de más gigantes industriales, creando con ello una base económica para un Estado capitalista supranacional europeo.

Por supuesto, ninguna de estas opciones trae nada bueno para la clase obrera europea: ambas implican una intensificación de la explotación capitalista y la degradación de las condiciones de vida de las capas populares.

No, la clase trabajadora necesita un proyecto alternativo a estas dos tendencias dentro de la burguesía. Un proyecto que derrote a ambos sectores del capital y los supere.

El cambio que lo cambia todo

En medio de este proceso de crisis, la crisis climática y medioambiental llega para cambiarlo todo. El cambio climático tiene la peculiaridad, al contrario que otros grandes problemas de la humanidad, de cuestionar la existencia del capitalismo mismo.

Frenar el cambio climático hasta los objetivos del Acuerdo de París requerirá un programa de inversión a escala masiva en manos de la iniciativa pública, no hay posibilidad de que la mera intervención regulatoria (que es la política que se está haciendo ahora) permita llegar al objetivo.

De no alcanzarse la meta de reducción de emisiones nos enfrentamos a una oleada de problemas económicos, sociales y geoestratégicos que amenazan la viabilidad misma de las sociedades actuales. La cuestión a debate es qué clase social va a liderar el proceso de lucha contra el cambio climático: la oligarquía financiera que muy probablemente no pueda afrontar el problema sin provocar un desastre social de grandes dimensiones, o la clase trabajadora que puede aprovechar la oportunidad para impulsar una agenda de transformación económica, social y política.

La amenaza del cambio climático es, al mismo tiempo, la mayor amenaza para la humanidad y también la mayor oportunidad para cambiar todo lo que hay que cambiar hasta el punto de iniciar una era socialista.

El escenario preelectoral

Hay varias reformas que son estratégicas para la oligarquía:

  • Una nueva reforma laboral en el sentido de aumentar la flexibilidad laboral e introducir más dualidades y dobles escalas salariales en el mercado laboral, para aumentar la competencia entre unos grupos de trabajadores con otros. Por ejemplo: contratos especiales de primer empleo y contratos de cero horas.
  • Una reforma del sistema de pensiones en el sentido de transformar el modelo a uno de capitalización, pero manteniendo una pensión mínima de caridad, o implantar el modelo de mochila austriaca.
  • Avanzar en la dirección del seguro de salud privado para quien quiera tener una asistencia sanitaria de alto nivel.
  • Profundizar en el desmantelamiento y elitización del sistema de instrucción pública, favoreciendo a la enseñanza concertada.
  • Y una vuelta de tuerca en la descentralización de los servicios públicos y el sistema fiscal para introducir la competencia a la baja entre las regiones y recuperar el consenso de los distintos bloques burgueses que conforman el Régimen del 78. Se haría esto a cambio de abandonar pretensiones independentistas.

Si ya la Reforma Laboral del 2012 supuso un cambio trascendental en las reglas del juego en la balanza de poder sindicatos-patronal en las empresas, y la introducción de las políticas de austeridad supuso un golpe brutal para la clase trabajadora y los sectores populares, estas políticas estratégicas debilitarían más aún la balanza de poder en el Estado a favor de la oligarquía.

Pero es un error pensar que el aumento de la explotación, de por si, vaya a implicar necesariamente un aumento de la combatividad de las masas trabajadoras. En la actualidad dentro del movimiento obrero y sindical están actuando varias tendencias:

La influencia del social-liberalismo entre la clase obrera y los sindicatos amenaza con debilitar más el movimiento obrero y sindical organizado y de masas en nuestro país. Esta fuerte tendencia busca el regreso a los planteamientos corporativistas, la mentalidad de fábrica y de grupo y el abandono del sindicalismo de clase. Esta tendencia es fuerte dentro de los grandes sindicatos. Su principal impulsor es el PSOE, que sigue siendo el rey en lo que a influencia ideológica se refiere.

Ante este proceso, dirigentes sindicales como Unai Sordo, de CCOO, están advirtiendo de este peligro, en la UGT también hay compañeros que han expresado dudas, y dentro de los sindicatos de clase sigue habiendo una fuerte presencia militante de izquierda no social-liberal que, aunque desorganizada y sin mando único, tiene el potencial de recuperar la influencia ideológica perdida ante el PSOE.

En el otro lado, con mucho menor peso, pero creciente, se da una tendencia a la fragmentación de la clase obrera en pequeños colectivos sectoriales, radicalizados y con dinámicas anarcosindicalistas. En muchas ocasiones la responsabilidad de esto es de las tendencias de derecha, que les ha desalojado de los grandes sindicatos.

La esfera política del campo popular tampoco ofrece un buen escenario.

Más allá de pequeños círculos intelectuales y algunos destacamentos políticos sin influencia de masas, no existe en este momento ninguna fuerza social con apoyo de masas que tenga la cohesión necesaria y la claridad de ideas, la estrategia y la táctica sobre lo que es necesario hacer.

Las fuerzas del campo popular que se aglutinaron tras el 15M en torno a Unidos Podemos, que son las que cuentan con cierto reconocimiento entre las masas, se están escindiendo en dos proyectos divergentes.

Una tendencia de carácter social-liberal, compatible con el neoliberalismo, que se expresa en el proyecto de Manuela Carmena e Iñigo Errejón como exponentes más destacados, pero que también podría incluir a otros elementos de lo que tradicionalmente se conoce como la izquierda, como Llamazares y su gente en IU de Asturias, o Inés Sabanés en Madrid y proyectos del neoliberalismo verde como Equo. En realidad este proyecto es una extensión del PSOE dentro de las organizaciones a su izquierda.

Las candidaturas presentadas por este bloque no son fiables, pues su orientación neoliberal puede resultar en su apoyo táctico a algunas de las reformas estratégicas de la oligarquía. En particular si vienen de la mano del PSOE.

El otro sería un tendencia socialdemócrata en proceso de consolidación, el bloque de Pablo Iglesias en Podemos, y de Alberto Garzón en IU/PCE, serían su expresión más concreta. Aunque se podría contar en ese bloque a Anticapitalistas.

Este bloque socialdemócrata ha coexistido con los social-liberales, pero la tendencia clara es a la escisión y a ir dotándose de un programa socialdemócrata más clásico, buscando una complicidad con la clase trabajadora, aunque con graves dificultades para conseguirlo y con escasa influencia dentro de los sindicatos.

Por último a la izquierda de la socialdemocracia encontramos la galaxia de grupos comunistas, incluyendo al sector izquierdo del PCE, aquejados todos ellos de falta de plan concreto o con graves insuficiencias en sus planteamientos estratégicos y tácticos, sin reconocimiento real de masas, sin propagandistas, sin influencia ideológica en los sindicatos y con unas dosis altas de folclorismo y sobretodo de sectarismo y aislacionismo.

Las candidaturas presentadas por estas organizaciones no tienen ninguna (o muy escasa) posibilidad de obtener representación, y a su vez suponen una división del voto del campo popular que en este contexto no es positiva.

Este análisis de situación es el que nos lleva a proponer el apoyo a las candidaturas de Unidas Podemos y sus confluencias en el ciclo electoral venidero.