Una vez pasadas las elecciones generales y todavía a la espera de que los resultados de las municipales, autonómicas y europeas terminen de definir el panorama político español, desde el PTD vemos necesario un análisis preliminar.
Resumen ejecutivo
- Antes de las elecciones, desde el PTD considerábamos que no estamos en una fase de «Asalto a los cielos» sino que de lo que se trata, con las fuerzas disponibles en el campo popular, es de impedir que las fuerzas políticas del IBEX en el Congreso, sean capaces de impulsar reformas estratégicas en contra de los intereses de la mayoría social trabajadora.
- Los resultados de las elecciones del 28A hacen pensar que existen posibilidades de cumplir ese objetivo. O, al menos, presentar una fuerte resistencia en el Parlamento. Se trataría, por tanto, de bloquear la agenda de los superricos y evitar que se aplique.
- Considerando muy remota la posibilidad de que UP entre en el Gobierno con el PSOE (y teniendo en cuenta las dificultades que puede generar ese escenario), desde el PTD creemos que es más razonable buscar un pacto de legislatura basado en líneas rojas, y en la aplicación de algunas medidas a favor de las clases populares.
- La cuestión fundamental que debemos plantearnos de cara a la próxima fase es la de la organización real y el arraigo social de las fuerzas del campo popular. El paso de una suma de organizaciones y movimientos de escasa implantación social y sin estructura ni cohesión, a la creación de una red amplia y profundamente enraizada entre la clase trabajadora y en los barrios y centros de trabajo. Para impulsar un programa radical de reformas que cambie para siempre y de manera irreversible la realidad de nuestro país.
Exponemos estos argumentos con más detalles en los siguientes apartados.
Los resultados electorales
Las opciones políticas más agresivas contra la clase trabajadora han salido derrotadas en estas elecciones generales. Esto es debido en parte a su fragmentación en hasta tres candidaturas, que van desde el centro-derecha liberal, pasando por la derecha conservadora, hasta la ultraderecha reaccionaria. Sin embargo, ¿durará mucho esta fragmentación?
Todavía debemos esperar al 26 de mayo para confirmarlo. En cualquier caso, la entrada de un partido como Vox en el Congreso de los Diputados es muy peligrosa, pues su radicalismo ultraconservador puede hacer parecer más amables a las derechas representadas por PP y Ciudadanos, y condicionar la agenda política más a la derecha y en clave más reaccionaria. Tampoco debe olvidarse que las derechas han sido derrotadas por un escaso margen de 43.888 votos 1. El reparto de escaños podría verse alterado en gran medida en favor de las derechas, si esa diferencia se redujese, dado el actual sistema electoral.
Otra razón de la derrota de las derechas ha sido la movilización electoral motivada por el miedo al ascenso de una derecha radicalizada. Han sido estos los términos en los que el PSOE desde el gobierno ha planteado la campaña electoral. También Unidas Podemos ha adoptado una actitud menos ofensiva (en el sentido de ir hacia el ataque) que en otras ocasiones. Ello parece indicar un cierto carácter defensivo al voto progresista. No obstante, el hecho de que buena parte del electorado y las bases del PSOE le exijan pactar con Unidas Podemos y no con Ciudadanos apunta a que esta vez Pedro Sánchez no tendrá tan fácil conciliar su discurso socialdemócrata con su práctica neoliberal.
Otras fuerzas que ganan peso son los partidos nacionalistas catalanes y vascos, debido al rechazo tanto a la aplicación del artículo 155 en 2017 como a las amenazas de volver a aplicarlo en el futuro. Con ello el problema territorial seguirá estando entre los principales de la agenda política. Hasta ahora han sido las derechas, ya sean centralistas o periféricas, las que se han venido beneficiando de la agitación nacionalista. Las sentencias que salgan del juicio al “procès” en el Tribunal Supremo es probable que agraven aún más este problema, si los políticos nacionalistas catalanes son condenados a largas penas de prisión.
Lo que ahora mismo es urgente
Desde el PTD ya indicamos respecto a la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la Moncloa algunas medidas urgentes que debería adoptar un gobierno progresista que realmente tuviese voluntad de cambiar la situación económica, política y social del país:
- Establecer un mecanismo automático de revalorización de los salarios al IPC y al crecimiento económico en la misma proporción. Elevar el salario mínimo un 5% en 5 años, cifra mínima para volver al poder adquisitivo pre-crisis.
- Rebajar la jornada laboral máxima semanal y las horas extra legales, sin reducción de salario.
- Reforzar la Inspección de trabajo con más recursos y poderes para actuar eficazmente contra el fraude en la contratación y contra la precariedad.
- Abordar la creación de un Nuevo Estatuto de los Trabajadores y Trabajadoras que rompa con la lógica neoliberal de desregulación y de pérdida de derechos que se ha ido fortaleciendo mediante las sucesivas reformas laborales.
- Desarrollar una política de intervención en las grandes empresas y de nacionalización de sectores estratégicos, de cara a impulsar una política industrial soberana y a favor de la clase trabajadora.
- Abrir un frente en la Unión Europea para reformar los tratados, eliminando los artículos 101 a 109 de TFUE, que impiden que el Estado apoye a empresas de interés social, así como todos los artículos sobre liberalización de servicios.
- Derogar la Ley Mordaza para impedir que se aplique como mecanismo de represión política e ideológica ante expresiones de contestación social. Dar instrucciones a la Fiscalía del Estado de no ser proactiva en la persecución de algunos tipos penales relacionados con las libertades civiles.
- Blindar y reforzar el sistema de pensiones público, revalorizarlas y aumentar la carga de cotización de las empresas y perseguir de forma activa el fraude en la contratación.
A estas medidas económicas se les une la necesidad de apaciguar el problema catalán. La agitación nacionalista, como ya hemos dicho, beneficia a las derechas y relega a un segundo plano las cuestiones socioeconómicas. Ello hace necesario y urgente normalizar la situación en Cataluña para que el independentismo deje de ser un problema de primer orden.
Aunque la convocatoria de un referéndum sobre la independencia, en el que probablemente ganaría el “no” (si bien de forma ajustada), podría contribuir a zanjar temporalmente la cuestión durante unos años, el PSOE se niega en rotundo a ello. En su lugar, su propuesta es la de retomar la reforma estatutaria que invalidó el Tribunal Constitucional en 2010. También se reserva la posibilidad de indultar a los líderes independentistas catalanes en el caso de que terminen siendo condenados por sedición y/o rebelión. Los dirigentes independentistas por su parte afirman que no van a pedir el indulto, si salieran condenados. Ello puede ser un indicio de que esperen ser absueltos por el Tribunal de la Unión Europea, al que probablemente apelarán. Sobre esta cuestión no se debería descartar pedir la amnistía para quienes sean condenados por sedición/rebelión.
En cualquier caso, el problema territorial en España es más complejo que la relación de Madrid con el País Vasco y Cataluña. Sin una política de inversiones públicas que favorezca el desarrollo de las regiones menos avanzadas económicamente, el libre mercado y la competencia entre territorios continuarán concentrando los capitales en la capital del país y unos pocos polos industriales. Ello seguirá agravando los desequilibrios territoriales y abonando el terreno para la agitación nacionalista.
El gran partido social-liberal
La urgencia de todas estas medidas continúa vigente, así como la falta de voluntad política del PSOE para aplicarlas. A fin de cuentas, el PSOE sigue siendo un partido de los superricos, vinculado a los intereses del IBEX, y el gran capital.
Esto implica que puede perfectamente mantener una agenda progresista en algunas materias relacionadas con las políticas de reconocimiento de algunos grupos sociales, o un apoyo a las políticas de lucha contra los efectos más nocivos del sistema económico: Es lo que se conoce como luchar contra la pobreza, que no se debe confundir con luchar contra la desigualdad, o contra la explotación.
Pero en lo que tiene que ver con las políticas económicas estratégicas que los superricos quieren que se apliquen, el PSOE no está muy lejos de sus “primos” del PP y Ciudadanos.
Las evidencias de esto las tenemos en el programa electoral del PSOE para el 26M, y también en un documento del Consejo de Ministros titulado OBJETIVOS 2030 Y MEDIDAS DE LA AGENDA DEL CAMBIO de Febrero del 2019. Este documento fue enviado a la Comisión Europea con ánimo de tranquilizar a los burócratas neoliberales de Bruselas ante las sospechas de que el PSOE podía desviarse de las políticas de austeridad.
La mochila austriaca, la flexiseguridad laboral, el optar por la intervención exclusivamente regulatoria y fiscal en materia de costes energéticos y lucha contra el cambio climático… son medidas que figuran en estos documentos y que son compatibles con la raíz principal de las políticas estructurales de corte neoliberal.
El PSOE adopta un enfoque no tan agresivo contra los trabajadores como sus primos del PP y Ciudadanos, y lo adorna todo de la retórica del diálogo social, el consenso y los grandes acuerdos. Pero en lo fundamental, parece decidido a no variar ni un ápice la agenda del IBEX.
Un ejemplo sangrante lo tenemos en la gestión del PSOE en el conflicto de Alcoa, donde el gobierno fue muy beligerante con cualquier opción que tuviese que ver con la intervención del estado en la empresa: ni nacionalización total, ni parcial, ni compra de acciones vía SEPI en el mercado. Dejaron claro que para ellos ese tipo de medidas eran propias de “países comunistas”. Incluso llegaron a mentir abiertamente en los medios diciendo que la normativa europea no permite estas medidas, lo cual se ha demostrado falso.
En cambio, han optado por la opción de subvencionar costes a la multinacional. Una lógica de mercado que se basa en asumir con dinero público parte de los costes productivos privados de las empresas. El Estatuto de la Industria Electrointensiva y los famosos 200 millones de subvenciones para el CO2, son ejemplos concretos de ese enfoque del problema de la crisis industrial.
El que esta opción de confiar en los mecanismos de mercado para resolver los problemas económicos sea todavía hegemónica entre la clase trabajadora y los sindicatos, es una señal de: por una parte, la gran influencia ideológica del PSOE en el Movimiento Obrero y Sindical y, por otra, la gran debilidad y falta de arraigo de la izquierda no social-liberal (el bloque socialdemócrata de Unidas Podemos y partidos del Movimiento Comunista como nosotros, fundamentalmente).
Esta caracterización del PSOE como partido social-liberal, con fuerte influencia en el Movimiento Obrero y Sindical es necesario hacerla, pues nos ofrece claves para dilucidar la hoja de ruta que debemos seguir en el futuro.
¿Geometría variable o más de lo mismo?
Antes de las elecciones expusimos nuestro análisis de la coyuntura y los objetivos que debíamos marcarnos para los comicios. En resumen, las ideas centrales eran estas:
- Que nos encontramos en un contexto de marea baja en la lucha de clases, con poca movilización, poca agitación en la calle y un nivel alto de desmoralización y confusión entre los activistas y cuadros del campo popular.
- Que estamos entrando en recesión económica otra vez y eso va a precipitar una oleada de nuevas reformas agresivas contra el pueblo, reestructuraciones de empresas, desempleo y precarización.
- Y que en ese contexto la tarea para las elecciones era conseguir que en el Parlamento hubiese un bloque de diputados con capacidad suficiente para bloquear las reformas estratégicas que el IBEX necesita impulsar. Nada de “Asaltar los cielos”, sino aguantar el chaparrón y evitar más agresiones: bloquear el parlamento y que no puedan hacer más reformas, como en la última legislatura de Rajoy.
Razonábamos también que, para ese objetivo de resistencia, la mejor opción electoral era el aglutinar fuerzas en torno a las candidaturas de Unidas Podemos. No nos equivocamos en nuestro análisis, pero los números no han sido los suficientes para poder marcarle el ritmo al PSOE. Así que ahora son los social-liberales los que tienen la sartén por el mango.
En este contexto ¿Cuál es la mejor opción para la consecución de ese objetivo de “bloquear el parlamento”?
Ante la presión de sus bases y del sindicalismo mayoritario por un lado para pactar con Unidas Podemos y del IBEX 35 por otro para pactar con Ciudadanos, el PSOE opta por la llamada “geometría variable”. Es decir, gobernar en solitario alcanzando acuerdos parlamentarios puntuales para sacar sus políticas adelante. Esto ya ha sido saludado por algunos sectores empresariales y criticado por los dirigentes sindicales el pasado 1º de mayo.
Esto permitiría al PSOE pactar con los partidos del IBEX las políticas económicas estratégicas a favor de los superricos (en las que están fundamentalmente de acuerdo), y pactar medidas de cosmética social de bajo impacto (reconocimiento, servicios sociales, minorías, libertades civiles, etc…) con la izquierda parlamentaria.
A pesar del esfuerzo de Unidas Podemos en proponer un gobierno de coalición con el PSOE, Pedro Sánchez parece decidido a evitarlo, lo que coincide plenamente con el deseo de los grandes empresarios y banqueros de este país. Esta opción es muy remota, hay fuerzas muy poderosas en contra y además, no asegura la estabilidad parlamentaria necesaria para impulsar reformas a favor de la mayoría social.
Otro argumento sólido que se ha puesto sobre la mesa, es la experiencia histórica muy negativa de los gobiernos de “izquierda plural”: gobierno de coalición entre partidos social-liberales de tercera vía, y fuerzas socialdemócratas más o menos radicales situadas a su izquierda. Estas fórmulas de gobierno se han resuelto con un gran descrédito y debilitamiento de las fuerzas políticas a la izquierda que han participado en dichos gobiernos, la desmovilización popular y el reforzamiento del mito de “son todos iguales”.
Claro está, que estas cosas dependen de los planteamientos concretos con los que se entre en este tipo de gobierno de “izquierda plural”, qué acuerdos haya, qué líneas rojas se establezcan y, en definitiva, el nivel de “cretinismo parlamentario” que exista.
En el caso de Unidos Podemos, es una incógnita y no sabemos cuánto estarían dispuestos a aguantar en un gobierno con el PSOE, ni qué grado de tolerancia tendrían con políticas agresivas contra el pueblo con tal de mantenerse en el gobierno.
Dando casi totalmente por descartada la conveniencia y la posibilidad de un gobierno PSOE-UP, estaríamos en un escenario donde la única opción realista que permitiría salvaguardar, aunque fuese parcialmente, el objetivo de bloquear (aunque solo sea en parte) los aspectos más pro-IBEX de la agenda del PSOE, sería un pacto de legislatura PSOE-UP a cambio de una serie de medidas y líneas rojas.
El PSOE gobernaría en solitario, apoyado por un agrupamiento de fuerzas a su izquierda, principalmente UP, pero también sería necesario el apoyo de otras fuerzas como ERC y posiblemente el PNV. Las condiciones de ese apoyo estarían en una serie de límites a las políticas que el PSOE podría poner en marcha: fundamentalmente no impulsar más reformas estratégicas contra el pueblo.
Tampoco esta opción está exenta de dificultades, e incluso aunque se materializase un pacto “a la portuguesa”, no hay muchas garantías de que, más adelante, el PSOE no maniobre para romper ese pacto y acordar reformas con la derecha. La batalla por la opinión pública, y la movilización social y obrera, sería el factor principal de presión. Es en este punto donde enlazamos con el siguiente apartado y lo que, a nuestro modo de ver, es el nudo gordiano del futuro de las políticas progresistas a favor de la mayoría social en nuestro país.
Lo que nos toca
Dicho esto, ante la llegada de una nueva recesión económica y con los problemas económicos, políticos y sociales del escenario español, la clase trabajadora y sus organizaciones no podemos quedarnos mano sobre mano esperando que el equilibrismo parlamentario resuelva los grandes problemas que aquejan a la mayoría social.
Aunque se configurase un gobierno progresista o el PSOE en solitario decidiese mirar más hacia su izquierda que hacia el IBEX en el desarrollo de su mandato, va a ser fundamental el impulso del movimiento obrero organizado y las clases populares para vencer las resistencias y la presión que los superricos van a ejercer (ya lo están haciendo) desde todos sus centros de mando sobre el Ejecutivo de Sánchez. La agenda neoliberal que pretenden imponer es clave desde el punto de vista de sus intereses económicos y políticos y no van a darse por vencidos sólo porque el Parlamento no esté configurado tal y como a ellos les gustaría.
Ahora más que nunca va a hacer falta una intensificación de la presión sindical y también política de las organizaciones a la izquierda del PSOE para condicionar el programa y las reformas que se emprendan desde Moncloa. Y eso conlleva una clarificación de un programa de medidas y reformas urgentes y vitales como las que hemos señalado más arriba, y poner sobre la mesa un programa estratégico a favor de la mayoría social trabajadora.
Este programa estratégico tiene que ir mucho más allá de proteger los servicios públicos e impulsar políticas de reconocimiento y protección social. Una nueva organización de la economía, la ampliación de la democracia a las empresas, el control social sobre las palancas económicas principales, desfederar los servicios públicos y acabar con la carrera competitiva a la baja entre regiones, así como tomar las riendas de las políticas de lucha contra el cambio climático desde la iniciativa pública, son claves imprescindibles que hay que impulsar.
Alrededor de este programa tenemos que generar cohesión y revisar la política de convergencia (confluencia) de cara a formar un frente amplio de organizaciones, donde se pueda trabajar en unidad, con un mínimo de cohesión y estabilidad a largo plazo.
La era de los partidos digitales atrapalotodo, que se crecían en medio de la indignación y la movilización espontánea de las capas populares parece haberse agotado. Esta reforma organizativa de la convergencia debe tener una base de carne y hueso, esto es: militantes y activistas organizados en los barrios y en los centros de trabajo, actuando todos en coordinación y con un mismo objetivo.
Hay que aprender algunas cosas del PSOE, entender porqué buena parte de las clases populares y trabajadores siguen dando su apoyo a este partido. Su arraigo real y su red de influencia entre los trabajadores juega un papel fundamental en esto. Debemos obtener arraigo real entre los trabajadores y trabajadoras, y los barrios. Para así poder disputarle la hegemonía al PSOE (y a la ideología social-liberal que impulsa) en el movimiento obrero y sindical, con un programa de reformas económicas, sociales y políticas ofensivo, orientado a cambiar el rumbo de nuestro país de forma irreversible.