Ella tiene el mundo entero en sus manos. Foto: Jasn

La CIS ha convocado esta jornada con el objetivo de sensibilizar a empresarios y trabajadores de la necesidad de tomar medidas en la producción que favorezcan la transición a una economía baja en carbono, contribuyendo así a alcanzar a tiempo los objetivos de París y evitar una reacción en cadena que dispare el cambio climático.

En todo el mundo, organizaciones sociales, sindicatos, ongs, la comunidad científica y muchos gobiernos e instituciones internacionales están dando la voz de alarma. Hay un debate público importante e intenso sobre las medidas a tomar y ya se están poniendo en marcha iniciativas. Quizá son los jóvenes y los estudiantes los que más están luchando.

Desde el PTD queremos hacer unas breves observaciones sobre este problema y el enfoque que se está haciendo del mismo, así como compartir nuestra valoración sobre el camino que debemos tomar si queremos complir los objetivos:

  1. El cumplimiento de los Acuerdos de París en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
  2. Que las medias que se tomen no impliquen destrucción neta de empleos, despoblamiento de regiones industriales ni traumas sociales. Es decir, que no paguemos el pato los trabajadores y trabajadoras.

El objetivo mundial que se ha marcado el Acuerdo de París es que la temperatura global media no se eleve más de 2ºC con respecto a los niveles anteriores a la Revolución Industrial. A cada región del mundo le corresponde un porcentaje de reducción, siendo los países económicamente más desarrollados los que más tienen que esforzarse. A la UE le corresponde una reduccíón de las emisiones de un 20% para 2020 y un 40% para 2030.

Para que esto pueda hacerse sin destrucción de empleos, desindustrialización ni despoblamiento regional es necesario movilizar recursos masivamente, a escala gigantesca. Hablamos de cifras de inversión equivalentes al 3% del PIB de cada zona.

En el caso de España el nivel de movilización de recursos necesario es equivalente a 30.000 millones de € anuales hasta 2050. Es decir, la cuarta parte de lo que nos gastamos cada año en pensiones, o la mitad de lo que gastamos en sanidad. Cada año.

Los proyectos necesarios incluyen la instalación de nuevas empresas que sustituyan a algunas, cambios en la base tecnológica de algunos procesos industriales, la potenciación de redes de transporte público que sustituyan a la motorizacion privada, la contratacion de miles de personas en actividades de baja rentabilidad, la reubicación de población, la reducción masiva del usos de combustibles fósiles en la producción energética y calorífica, y la coordinación y planificación de una parte importante de los procesos productivos para evitar el derroche y producir solo lo que se necesita consumir.

Para explicarlo gráficamente: ¿Te suena el Programa Apolo? Estados Unidos se gastó el equivalente al 2,5% de su PIB durante 10 años para ganar la Carrera Espacial. Pues de esa escala de proyecto estamos hablando. De lo contrario ni se lograrán los objetivos de París, ni, por supuesto, se hará sin daños sociales a la población trabajadora.

El problema con esto es que la iniciativa privada ni quiere ni puede movilizar esta cantidad de recursos. ¿Por qué? Porque la toma de decisiones en los consejos de administración de las empresas y los grandes grupos de inversores, se basan en la rentabilidad a corto plazo que se obtiene de los proyectos. Rentabilidad económica que no existe en las inversiones necesarias para transformar la economía a un modelo bajo en carbono. Si el CEO de una multinacional es la Madre Teresa de Calcuta, y toma medidas antirentabilidad se le sustituirá por otro CEO. Ese es el mecanismo ciego de la lógica capitalista.

Conclusión: esto no va de convencer ni de sensibilizar a empresarios, va de presionar al Estado para que tome directamente las riendas del proceso y aumente exponencialmente la fiscalidad a los ricos y utilice ese dinero para comprar empresas privadas estratégicas y convertirlas en empresas públicas o semipúblicas. Y en ellas hacer las inversiones necesarias para el cambio tecnológico.

Va de instalar nuevas fábricas en las comarcas donde cierren empresas obsoletas para que los trabajadores tengan un buen puesto de trabajo asegurado en las nuevas. Va de inversión pública masiva en I+D en proyectos a largo plazo, que permitan desarrollar modelos y técnicas de producción más modernas y límpias.

Va de que la cuenta del banquete la tienen que pagar los superricos y no los trabajadores y trabajadoras. Y eso solo lo podemos conseguir organizándonos e intensificando la lucha de clases en las empresas, en los barrios y en las instituciones. Dirigiendo el proceso desde los sindicatos y organizaciones obreras, no desde las organizaciones patronales y empresariales.

Ahora sí, con el cambio climático encima de nuestras cabezas, no hay otro camino: ¡Cambiar el sistema, no el clima!