El anuncio de un acuerdo para un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos ha generado expectativas de cambio tanto en la izquierda política como en el movimiento sindical. La entrada en el gobierno español de un partido a la izquierda del PSOE no se ha producido desde hace más de 80 años. Ni siquiera al PCE de Santiago Carrillo se le permitió tal cosa.
Que el PSOE acceda a ello tras más de 80 años revela la debilidad estructural que padece el sistema de partidos español desde que a la corrupción política se uniera una gestión de la crisis económica agresiva contra los derechos sociales y democráticos de la gente trabajadora, desacreditando con ello a los grandes partidos tradicionales. En este contexto, el acuerdo de gobierno de coalición se produce más por la debilidad del bipartidismo que por la fortaleza de las organizaciones políticas a la izquierda del PSOE. La propia coalición entre PSOE y Unidas Podemos requiere de apoyos inestables para sostenerse, que van desde diputados regionalistas hasta independentistas. Todo ello con una patronal y una derecha españolas en pie de guerra.
En anteriores comunicados hemos señalado las medidas urgentes que necesitan la gente de clase trabajadora de este país para revertir la situación de deterioro de derechos sociales y democráticos en que nos encontramos:
- Nacionalizaciones de sectores estratégicos (como banca, energía y grandes industrias) para proteger el tejido productivo nacional frente a deslocalizaciones y redistribuir sus inversiones para favorecer el desarrollo de los territorios más empobrecidos;
- Reducción de la jornada de trabajo sin reducción de salario y fortalecimiento de la negociación colectiva, la inspección de trabajo y los servicios públicos de empleo para repartir el empleo y combatir su precarización;
- Derogación de la “ley mordaza” y normalización de la autonomía catalana mediante métodos no represivos para revertir tanto la tendencia a la criminalización de las protestas populares como la agitación nacionalista que sirve a la derecha para justificar nuevas vueltas de tuerca en la represión de protestas.
Estas medidas no chocan solamente con la derecha y la patronal españolas, sino también con lo establecido en los compromisos del Estado español con la Unión Europea en caso de que fuese necesario aumentar el déficit público o auditar parte de la deuda pública para llevarlas a cabo. Si bien por parte de Unidas Podemos se ha afirmado en las sucesivas campañas electorales que no se teme al enfrentamiento político con estos poderes fácticos, en su acuerdo de gobierno con el PSOE esta posibilidad queda fuera por completo. El acuerdo y los comentarios que sobre él se han ido realizando por parte de dirigentes de ambos partidos se limitan a paliar los efectos más negativos de las políticas aplicadas en los últimos años, poco más de lo que ya se podría lograr mediante la presión parlamentaria y extraparlamentaria fuera del gobierno.
Teniendo en cuenta, además, que a todo ello se une un contexto de auge de las posiciones conservadoras y reaccionarias, de derecha más desacomplejada, consideramos un error político grave la entrada de fuerzas a la izquierda del PSOE en un gobierno de coalición con este partido, sobre todo si es en minoría. Con la derecha y la patronal cada vez más hostiles, aprovechando además el clima de desaceleración económica como arma arrojadiza, con apoyos parlamentarios inestables, con un programa de gobierno sin apenas recorrido transformador, la gestión gubernamental de la coalición tiene altas probabilidades de decepcionar a su electorado, generando con ello un clima favorable a un adelanto electoral que arroje una mayoría parlamentaria de derecha agresiva, lo que acabaría incluso con las pequeñas mejoras o paliativos que el gobierno de coalición logre aplicar.
¿Por qué, entonces, el empeño de Unidas Podemos en ello? Por razones que se remontan al propio diseño fundacional de Podemos y después Unidas Podemos como proyecto político. Los ataques de la derecha española contra Unidas Podemos, acusándoles de “comunistas de extrema izquierda” son infundados, cuando no pretendidamente injuriosos, pues su programa gira esencialmente en torno a la conservación de derechos sociales y democráticos muy básicos, sobre todo de los sectores más desfavorecidos de la gente trabajadora. A esta escasa ambición transformadora se unen las debilidades de su modelo de organización como partido. Pese a que Unidas Podemos parece haber consolidado su suelo electoral a la izquierda del PSOE, continúa siendo una organización volcada en la política institucional y la dinámica electoral. Además, salvo en casos particulares, carece de arraigo fuerte y profundo en grandes organizaciones y movimientos populares, como los sindicatos o las asociaciones de vecinos. La relación de Unidas Podemos con ellos es más electoral que orgánica.
De este modo, durante el ciclo electoral de 2014-2016 se aspiraba a “tomar el cielo por asalto”, es decir, llegar al gobierno mediante una rápida victoria electoral, al estilo del populismo latinoamericano, y ahora se aspira a fortalecer el arraigo popular de Unidas Podemos desde los ministerios que ocupe en el gobierno de coalición con el PSOE. Si lo primero ya se adapta difícilmente al marco español, pues lo que funciona en otras latitudes, con otros problemas estructurales, no necesariamente funciona en Europa Occidental, lo segundo presenta todavía más complicaciones, si atendemos a la experiencia histórica, incluyendo la más reciente.
Precisamente éste fue el mecanismo por medio del cual arraigó el PSOE a partir de 1982, después de un tiempo largo durante el franquismo despojado de base social. El PSOE utilizó su presencia en las instituciones para crear su red de influencia y arraigo social, pero lo hizo en base a renuncias programáticas, “giros hacia el centro”, convirtiéndose en un fiel valedor de los intereses estratégicos del IBEX y la patronal.
Unidas Podemos pretende hacer lo mismo, pero es extremadamente difícil que lo logre. Sin un arraigo popular orgánico, es decir, más allá de lo electoral, y anterior a su entrada en el gobierno, su resistencia a la capacidad absorbente del sistema de partidos y el aparato del Estado, y crear su red de arraigo e influencia sin vender su alma al diablo, se verá muy limitada. En resumen, esta estrategia de lo dirigentes de UP para obtener arraigo social, conlleva el abandono de aspiraciones transformadoras, lo quieran o no.
No obstante, el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos parece cada vez más un hecho consumado, salvo sorpresa de última hora. A pesar de que este gobierno pueda cambiar pocas cosas, dada la actual correlación de fuerzas políticas y sociales, sí puede impedir, al menos por un tiempo, nuevos ataques contra la gente de clase trabajadora, así como rebajar la tensión en Cataluña, lo cual dejaría a la derecha sin un pretexto importante. Pero, dado que desde la derecha y la patronal españolas este gobierno estará sometido a una gran presión, es necesario que desde los movimientos sociales y populares ejerzamos, como mínimo, la misma presión.