En un momento en que la pandemia de coronavirus está en pleno despliegue en el mundo y en nuestro país, desde el PTD queremos lanzar la siguientes valoraciones y orientaciones políticas:
Parar hoy para reconstruir mañana
Las medida de confinamiento estricto y paralización de las actividades no esenciales que se han tomado, son imprescindibles desde un punto de vista humanitario y sanitario. Son un paso necesario, aunque tardío, que se debía tomar si queremos evitar el colapso del sistema sanitario y reducir el tiempo de cuarentena al mínimo posible.
Una seria amenaza a la democracia
Los llamamientos oportunistas de la ultraderecha al levantamiento del confinamiento, y los ataques al gobierno culpabilizándolo exclusivamente de la situación no solo son infantiles, sino también criminales, irresponsables y anti-patrióticos. Son una muestra del verdadero carácter siniestro y despiadado de los partidos de la derecha y de los grupos de interés, nacionales e internacionales, que les apoyan. Constituyen una amenaza real a la seguridad nacional, la democracia y al régimen de libertades civiles y derechos sociales actuales, y deben ser tratados como tales por parte de las autoridades del Estado y los partidos políticos democráticos.
Por otra parte la campaña de la derecha (PP y Vox) no hace más que expresar la guerra de clases utilizando como excusa una pandemia para:
1) evitar los daños económicos de la pandemia a la clase empresarial;
2) evitar la consecuente acción de nacionalizaciones que requerirá la salida de esta pandemia (como se están planteando en Alemania y Francia) y
3) para deponer al gobierno y poner a la cabeza a un gobierno de derechas-liberal para revertir medidas proteccionistas hacia el mundo del trabajo que ha empezado a aplicar el gobierno, con todas sus limitaciones, y para poner en marcha la agenda económica de la CEOE ante la recesión que se estaba larvando previamente a la pandemia. Realmente estas campañas de la derecha buscan esconden el punto tercero, que representaría el programa general ante los dos primeros puntos que serían el programa particular y coyuntural.
La situación en las empresas
Desde los sindicatos y las empresas nos llegan noticias de la resistencia que están tomando muchos empresarios, grandes y medianos a la aplicación de estas medidas. Aunque es indignante, es algo coherente con la lógica de funcionamiento del capital, que busca mantener la acumulación de capital y la marcha normal de los negocios, a toda costa, aunque cueste vidas y la saturación de nuestro sistema de salud.
También nos llega información sobre la preocupación que los ERTEs y la paralización de actividades están generando entre muchos trabajadores y trabajadoras. Aunque el gobierno ha puesto en marcha medidas sociales compensatorias, no sin fuertes disputas y contradicciones en su seno, es esperable que en muchas empresas se aprovechen de los huecos de la legislación para forzar la situación, deshacerse de más plantilla y cubrirse las espaldas ante una futura depresión económica. Ante este situación, en la actualidad, no tenemos otra herramienta que no sea la vigilancia sindical en las empresas, y la presión al gobierno por la izquierda desde los sindicatos, los movimientos sociales y desde la clase obrera en general, para que se amplíen y profundicen las medidas del llamado Escudo Social.
La paralización del pago de alquileres e hipotecas, la agilización de las prestaciones por desempleo, el rigor de la administración en la vigilancia de los ERTEs, y como medida de emergencia, la implantación de una prestación por desempleo incondicional, o un salario social, destinado a todas aquellas personas que se están viendo expulsadas del trabajo, o impedidas de trabajar en estas circunstancias. Incluyendo en ellas a los autónomos sin trabajadores a su cargo y la gente que depende de la economía sumergida y el trabajo en negro para vivir. Son medidas imprescindibles, hoy, no mañana.
La depresión económica
Pero todas estas medidas no son más que un parche de emergencia. Son medidas para impedir el colapso societal de nuestro país. Van a tener un impacto muy grande en la economía y el empleo en los meses siguientes al confinamiento y muy probablemente en los años venideros.
A medida que esta crisis se desarrollaba y hemos ido investigando y recopilando información más precisa, hemos llegado a la conclusión de que la idea de una pronta recuperación de la economía (la llamada recuperación en V) es utópica.
La pandemia golpea sobre una economía ya debilitada y que estaba a punto de entrar en recesión y nos enfrentamos a una caída de la producción mundial que, según los economistas Michael Roberts y Pierre-Olivier Gourinchas, podría acercarse al 10% interanual. Es decir, el doble que en la crisis del 2008. Esto en nuestro país y en los meses posteriores al fin del confinamiento, implica mandar al paro, no a cientos de miles, sino a millones de personas y el cierre definitivo de miles de pequeñas y medianas empresas por la falta de demanda y la disrupción de las cadenas de abastecimiento.
La discusión en los círculos económicos, en España y la UE, gira en torno al grado de estímulo financiero público que se debe aplicar para evitar o minimizar la recesión. El Gobierno de España ya ha activado un plan de avales de 117.000 millones de euros para intentar que las empresas pidan préstamos para capear el temporal, la Comisión Europa ha suspendido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para facilitar que los estados miembros puedan aumentar el déficit de sus presupuestos, también se ha activado la cláusula de escape de los Tratados de la Unión Europea para que los estados puedan dar hasta 800.000 euros en ayudas directas a las empresas (esto es claramente insuficiente, y está pensado para la PYMES). Se va a activar un fondo de 100.000 millones de euros de la UE para el pago de las prestaciones por desempleo. El Banco Central Europeo inyectará 750.000 millones de euros en el sistema financiero para asegurar la liquidez y que los estados puedan pedir préstamos a los bancos. Por último, está todo el debate de los coronabonos y la petición de 9 estados de la UE (entre ellos España e Italia) para que se mutualice la deuda de los estados de la UE para enfrentar la epidemia. Hay serias contradicciones en este último punto y pocas esperanzas de que las peticiones del Sur se cumplan.
Debemos decir que, incluso aunque se mutualice la deuda de los estados miembros, hay serias dudas sobre que facilitar el endeudamiento público sea suficiente para intentar estimular la demanda, que es básicamente el sentido de toda esta discusión europea. Precisamente, porque la economía ya se encontraba prácticamente en recesión antes del estallido de la epidemia, el inyectar dinero en la economía no va a evitar una depresión económica cuya raíz es la sobreproducción y la falta de rentabilidad del capital, la epidemia ha sido solo un acelerador del proceso.
La crisis política en la UE
La UE ha respondido tardíamente tras los primeros compases de la pandemia, ya que los tratados europeos consagran la austeridad fiscal. Sus instituciones han reaccionado suspendiendo en parte la aplicación de dichos tratados cuando la insolidaridad de los países económicamente más fuertes ha fomentado la decepción hacia la UE en los países más afectados por la pandemia. Todo ello pone de manifiesto una crisis moral y política del proyecto de integración europeo sin precedentes.
Aunque un análisis más en profundidad está pendiente, existen varias razones para estas contradicciones en la UE. La posición de los distintos estados en la cadena de valor global, las finanzas internas de cada uno de los estados, el carácter de paraíso fiscal de alguno de ellos, la correlación de fuerzas interna, con algunos gobiernos como el holandés o el alemán a los que la ultraderecha les pisa los talones, la viabilidad de los estados del bienestar del norte de Europa, el peso político y social de su pequeña burguesía y su aristocracia obrera… La adopción de medidas de mutualización de deuda supondría, de facto, subir un peldaño arriba en la creación de algún tipo de “tesoro” o sistema fiscal europeo. Un paso que los estados del norte no están dispuestos a dar. Más allá de las cuestiones culturales, esta es una poderosa razón: hasta qué punto quieren profundizar en la “integración” europea los distintos estados.
Es por esto que podemos decir que la crisis en la UE, es una crisis del proyecto de integración definido por unos tratados neoliberales que fomentan el “sálvese quien pueda”. Muchas de las medidas económicas necesarias para enfrentar esta crisis chocan con los tratados. Que el BCE preste dinero directamente a los estados, está prohibido por los mismos. Que los estados intervengan directamente en las empresa, las nacionalicen, y luego inyecten dinero directamente en ellas… choca con los tratados. Han tenido que suspender temporalmente algunas partes de los tratados europeos para intentar responder de alguna forma a la situación. Esto es una muestra de la gravedad de la situación.
Los gobiernos de Italia, España, Portugal, y destacados dirigentes europeos han planteado un órdago a los gobiernos del norte en la última reunión del Consejo de Europa. Por ahora no sabemos si se mantendrán firmes, o si ceden. En todo caso, estamos de acuerdo en que recurrir al MEDE (el mismo mecanismo que se utilizaron en la crisis del euro del 2012 y que trajo las terribles políticas de austeridad), no es una opción suficiente para satisfacer las necesidades de la gente trabajadora. Tampoco la mutualización de la deuda es una receta milagrosa, pero es menos dañina. Y la solución que están proponiendo muchos economistas de la izquierda: que el BCE preste directamente a los estados miembros, requeriría la modificación de los tratados europeos… y puestos a modificarlos… ¿Por qué limitarnos a cambiar solo los artículos sobre el funcionamiento del BCE? ¿Por qué no eliminar todo el contenido neoliberal de los tratados que condena nuestros servicios públicos y los someten al mercado, que impiden nacionalizar y apoyar a las empresas para mantener el empleo, que impiden planificar y coordinar nuestra economía?
Conclusiones
Resumiendo mucho, señalamos las siguiente líneas de trabajo político que pueden traducirse en campañas, agitación, propaganda y discurso de nuestros camaradas en los sindicatos y movimientos en los que participen:
- Se debe ampliar el llamado Escudo Social al máximo para asegurar que nadie se quede sin unos ingresos mínimos de supervivencia durante esta crisis.
- Los superricos tienen que arrimar el hombro, de modo que aprovechemos la situación actual para establecer un impuesto especial sobre las grandes fortunas con el fin de compensar el enorme incremento de gasto público que será necesario hacer.
- También, los superricos, van a presentar resistencia a estas medidas: evasión de capitales (muy fácil de hacer en la UE), huelgas de inversión, y boicot a las medidas del gobierno. Debemos poner en marcha mecanismos ágiles para tomar el control de las empresas que sean necesarias para mantener la economía en funcionamiento y proteger los puestos de trabajo.
- Si algo está mostrando esta crisis es que el mercado ha fracasado como mecanismo eficiente de asignación de recursos. Dejar hacer al mercado ha significado servicios público débiles, incapacidad de producir suministros sanitarios básicos, deslocalización de cadenas de suministro, un tejido empresarial fragmentado y débil, sin resiliencia ante la crisis. Aprovechemos esta situación para nacionalizar sectores estratégicos de la economía, como la energía, la industria pesada, la logística, la gran distribución, alguna de las principales entidades financieras para proporcionar créditos blandos a las familias y las empresas,…
Muchas de estas medidas chocan con los tratados de la Unión Europea. Es hora de replantearse la integración. Debemos exigir la sustitución de los actuales tratados europeos (que son irreformables) por otros nuevos que garanticen la protección de los servicios públicos y el empleo frente a la competencia salvaje entre países y empresas.