Este primero de mayo no pierde importancia por el hecho que muchos estemos en casa. De hecho, tiene más importancia si cabe que otros años.

Nos encontramos en una encrucijada, una de esas épocas en las que los acontecimientos de décadas, se concentran en semanas. La pandemia de la COVID-19 ha sacado a la luz las vergüenzas de la economía. Son cientos de miles las personas que se han ido al paro, miles las pequeñas empresas que no se sabe si podrán volver a la actividad, centenares las grandes empresas que ya están avisando de que necesitarán alguna fórmula de ayuda estatal para superar el bache. Son las propias élites capitalistas la que están discutiendo (no sin contradicciones) el carácter de esa intervención del estado en la economía.

El problema político central al que nos enfrentamos, no gira tanto en torno a si el estado va a tener que tomar un papel más activo en la economía y proceder a un rescate social diferente a la austeridad del 2008, como en torno al carácter democrático que vaya a tener esa intervención estatal. Que la “nueva normalidad” se convierta en unos meses o años en la vieja normalidad de siempre, es un lujo que la gente de clase trabajadora no nos podemos permitir.

Debemos aprovechar esta crisis para asegurarnos de que se rescata a las personas y de que introducimos reformas estructurales en la economía a favor de la gente trabajadora. La instauración de un sistema a gran escala de escudo y seguridad social, el control público y democrático de los sectores estratégicos de la economía y la ampliación de los derechos democráticos y sociales a todos los niveles. Y si para conseguir esto, es preciso llevarse por delante acuerdos internacionales como los de la UE, habrá que hacerlo.

La élites capitalistas tienen ya su propia agenda, rescatar a los superricos y aumentar la explotación de la gente trabajadora para recuperar sus beneficios. Y también están dispuestas a imponer mordazas y retrocesos en los derechos civiles para conseguirlo. Con este cocktail quieren retrasar, al menos unos años, la Gran Depresión que amenaza al capitalismo global.

Esta situación nos pone a las puertas de una gran lucha social, quizá la más intensa que hemos experimentado las generaciones vivas. Y esa lucha social no va a poder llevarse a cabo en favor de la gente, sin una ámplia alianza en la que estén los sindicatos, los partidos de la izquierda no-neoliberal, los movimientos sociales y que coordine y unifique esfuerzos en una escala ampliada a nivel europeo e internacional.

Convirtamos este primero de mayo en un grito de rebeldía, en un pistoletazo de salida, en un clamor masivo: ¡No volverán los viejos tiempos! ¡La gente antes que los beneficios!