1) El revuelo generado por la realización de movilizaciones a la sazón del día internacional de la mujer trabajadora, está suponiendo un espectáculo deplorable. La supuesta indignación social surgida choca con el silencio cuando han sido negacionistas, grupos de extrema derecha y cayetanos, los que han pisado las calles. La campaña por la demonización del 8M del año pasado, aún no ha terminado. Es evidente que hay grupos en la sociedad que no soportan los logros y avances del movimiento feminista en todo el mundo y que son los mismos que vienen a negar cada año la necesidad de manifestarse el 8 de marzo.
2) Al mismo tiempo, quienes peleamos por el refuerzo de lo público y la centralidad de la salud y, sobre todo quienes trabajamos en ello (personal sanitario, personal de limpieza, personal de cuidados a personas dependientes, personal educativo de la infancia, sectores, todos, formados en su mayoría por mujeres) también hemos de mostrar responsabilidad a la hora de llevar a cabo nuestras movilizaciones y así lo haremos. Sin duda. Quienes se manifiestan en coche, con palos de golf y sin mascarillas, no van a venir a darnos lecciones de prudencia a quienes vamos hacinados cada día en el transporte público para ir a trabajar.
3) La crisis ocasionada por la pandemia agrava todos los problemas que ya tienen las mujeres trabajadoras: la pérdida de empleo, la temporalidad, la dificultad para acceder a ayudas y prestaciones sociales, el peso del trabajo de cuidados, las filas del hambre, la violencia machista… evidencian la indiscutible desigualdad estructural contra la que el movimiento feminista pelea desde siempre. Si ya había motivos para salir a las calles antes, ahora con la pandemia esos motivos se han multiplicado.
4) A pesar de las fuertes tensiones que se han venido dando en este espacio, el movimiento feminista sigue teniendo una capacidad de movilización importante y toda una serie de retos que debemos luchar por alcanzar entre todas y todos los que aspiramos a la igualdad real y a una sociedad sin violencia hacia las mujeres y las minorías sexuales.
5) Reducir la jornada laboral sin pérdida salarial para generar empleos estables que permitan independencia económica para todas las personas (especialmente para la juventud que se ve cada vez más ahogada y sin proyecto de futuro); aumentar los derechos en la conciliación; impulsar una empresa pública de cuidados y reforzar la sanidad y la educación públicas dejándolas blindadas contra el permanente asedio privatizador… Son objetivos amplios, colectivos y totalmente necesarios para la gente trabajadora, que pueden sumar a millones de personas.
¡En derechos, ya no hay vuelta atrás!