Desde el 1 de junio se pasa, de forma generalizada, a una tarificación diferenciada por horas del día y a un aumento del peso del consumo real en el recibo de la luz.
Todavía es pronto para saber con precisión el impacto final que tendrá, en la economía de las clases populares, la medida aplicada desde el martes por el Gobierno de España. Se han anunciado al mismo tiempo medidas paliativas que afectarán a los beneficios de las eléctricas y que, según el Gobierno, rebajarán la factura de las familias. Pero en caso de que finalmente así sea, estas medidas no entrarán en vigor, por lo menos hasta finales de año.
Organizaciones importantes de la sociedad civil, entre ellas las asociaciones de consumidores, han dado la voz de alarma, indicando que esta medida penaliza a la gente corriente, que pasará a pagar más. E insisten también en que la reforma de la tarifa eléctrica debería haber ido por el camino de la tarificación progresiva por tramos de consumo, es decir, que pague más, quien consuma más de un mínimo considerado básico.
Sobre esta polémica, el PTD quiere trasladar a la opinión pública algunas reflexiones sobre el intenso tufo neoliberal de la medida impulsada por el Gobierno y en concreto por el Ministerio de Transición Ecológica. Efectivamente, también se puede ser neoliberal y verde al mismo tiempo, al menos en las apariencias:
Esta medida tiene componentes ideológicos neoliberales, en concreto dos, que están muy presentes en la orientación general mayoritaria del debate sobre la lucha contra el cambio climático.
El primero es la idea de la transversalidad en la responsabilidad sobre las causas del cambio climático causado por la civilización industrial capitalista. Según esta idea, todos seríamos responsables o copartícipes en este cambio climático, o beneficiarios directos o indirectos de la economía basada en el carbono. No habría, por tanto, una responsabilidad de clase. La influencia de las oligarquías capitalistas y las grandes corporaciones en la planificación y puesta en marcha del modelo de industrialización intensiva basada en el carbono, o bien se ignora, o se minora.
No hace falta ser un especialista en Historia Contemporánea para darse cuenta de que esta lógica es falaz a todas luces, e ignora la lucha de clases desde los comienzos de la industrialización hasta la actualidad. En esta historia, unos han mandado y otros han obedecido, unos se han beneficiado acumulando ingentes capitales, y otros han sido explotados. Y la historia también está llena de ejemplos de la respuesta represiva que han dado las élites capitalistas a las pretensiones de cambio de la mayoría social.
El resultado de esta idea de responsabilidad colectiva en el cambio climático que es tan influyente es que se reparte la carga social, de forma más o menos equitativa, entre todas las clases y grupos sociales. La tarificación por tramos horarios, en vez de hacerlo en base a tramos de consumo, es una aplicación de esta lógica por parte de los gestores de las políticas medioambientales.
El segundo elemento ideológico neoliberal es la idea de que para luchar contra el cambio climático hay que cambiar los estilos de vida. Hay todo un desarrollo teórico sobre este asunto por parte de un sector importante de los intelectuales e ideólogos del movimiento ecologista.
Resumiendo mucho, la idea central de este ecologismo de los estilos de vida consiste en que la suma de cambios individuales en los patrones de consumo, de cara a reducir la huella de carbono de cada uno de nosotros como individuos, redundará en una reducción general de las emisiones globales. Esta idea ha sido acogida con entusiasmo por un sector de la clase capitalista que ve en ello un nuevo grupo de consumidores verdes, con unos estilos de vida asociados a esta idea de la reducción de la huella de carbono personal y, por supuesto, con un mercado específico de consumo y todo un rango de productos y servicios destinados a este nicho de mercado.
Este enfoque del ecologismo de los estilos de vida ignora, o minora, el hecho del tremendo abismo existente entre las pequeñas huellas de carbono individuales y las inmensas huellas de las grandes corporaciones y cadenas de suministro globales. Y también ignora, o minora, las gigantescas inversiones de capital necesarias para reducir la huella de carbono de esas cadenas de suministro. Inversiones con nulas perspectivas de retorno de beneficios a corto plazo que las justifiquen a ojos de los inversores privados.
Cuando, desde sectores del Gobierno, se nos habla de que hay que empezar a poner la lavadora a las 5 de la tarde, y ese tipo de mensajes, es esta idea la que se está proyectando hacia la opinión pública.
No se nos escapa que, este tipo de enfoques basados en el cambio de los estilos de vida y en la responsabilidad transversal tienen pocas perspectivas de ganarse las simpatías mayoritarias de la población y en especial de la clase trabajadora. Por decirlo de un modo amable, esta orientación de las políticas medioambientales es una vía muerta que no va a conseguir acumular la fuerza social de masas necesaria para forzar el brazo de los capitalistas.
Aclarada esta cuestión ideológica, hay otros elementos que nos gustaría destacar en el análisis.
Un aviso a navegantes. Una parte importante de la clase obrera ve amenazados, con razón, sus puestos de trabajo y su seguridad económica, pues las políticas medioambientales neoliberales que se están impulsando no garantizan su estabilidad ni les está dando opciones sólidas. Esto se refleja lógicamente también en sectores de la izquierda y del movimiento obrero, que sienten atracción hacia la idea de que la línea política que hay que desplegar frente a este neoliberalismo verde, es una política de resistencia que consistiría en retardar la aplicación de las medidas, pedir mayores plazos o, en resumen, no hacer nada frente al cambio climático.
Esta posición es errónea, pues lo que estamos observando claramente es que ya no se trata de ‘lucha contra el cambio climático sí’, o ‘lucha contra el cambio climático no’ (en cualquiera de sus derivaciones e intensidades). El cambio climático y la crisis medioambiental es una verdad científica demostrada que exige actuar y que solo es negada por intereses capitalistas vinculados a los combustibles fósiles. Un sector mayoritario de la oligarquía y las grandes élites financieras y empresariales ha hecho una apuesta decidida por aplicar políticas de control y políticas paliativas de este proceso. Lo que está en juego no es la mera intensidad o los plazos de las políticas medioambientales, sino la dirección política de las reformas. Es decir, lo que está en discusión es la respuesta a las preguntas ¿Qué clase social dirige el proceso de transición? ¿Qué clase social paga la factura del cambio climático? ¿Qué clase social se beneficia de la transición?
Desde nuestro punto de vista como partido, como socialistas, como sindicalistas y como trabajadores, y como activistas del movimiento ecologista:
- Debemos rechazar de plano la reforma del sistema de tarificación puesta en marcha el 1 de Junio del 2021 por el Gobierno de España.
- Rechazamos de plano también, cualquier tentación negacionista del problema del cambio climático.
- Apostamos por políticas de inversión pública y planificación centralizada y democratización de la economía, como orientación general de las reformas. Y somos favorables a este tipo de reformas, en grados variables de intensidad, siempre que respeten esta orientación general clasista.
- Nos parece muy preocupante que esta medida del sector neoliberal del Gobierno se haya empezado a aplicar con tan poca resistencia y tensionamiento por parte de Unidas Podemos, como sí hicieron con la Ley de Vivienda. Entendemos que ésto puede ser reflejo del debilitamiento estructural del partido y la sociedad civil, y esperamos que no sea fruto de las simpatías de ciertos sectores de la coalición hacia la orientación neoliberal de las políticas medioambientales.