La situación en el operador público postal se ha convertido en un polvorín. Miremos donde miremos, hay un incendio. Hace ya mucho tiempo que el descontento se ha convertido en algo permanente dentro de la plantilla. Normal que se convoquen huelgas. Tantos recortes en personal y derechos, tanta incertidumbre laboral y un parecido cada vez mayor a las empresas privadas de distribución, han degradado un servicio fundamental para la ciudadanía de nuestro país. ¡STOP amazonización!

Endesa, Telefónica…el guion que desde hace décadas se impone en Correos ya hemos visto como acaba. Cuando hace 21 años –con Feijóo a los mandos- se convirtió en sociedad anónima estatal, se abría un camino que nos traería hasta donde estamos hoy. Presidente tras presidente, Gobierno tras Gobierno, la hoja de ruta se ha mantenido invariable a pesar de ir cambiando el capitán del barco.

Sin duda, Serrano está protagonizando una de las épocas más negras. Sin proyecto público de futuro, perdiendo contratos y clientes, sin mejoras laborales y una política de contratación en mínimos históricos. Parece que su papel en esta obra fuese dar el “golpe de gracia”.

La liberalización de los servicios postales en la Unión Europea en 2008, puso en riesgo a todos los operadores públicos. Muchos han sido ya privatizados, otros se encuentran en un régimen mixto (capital público y privado) y ya pocos, como en el caso de España, mantienen la totalidad de las acciones en manos del estado (en nuestro caso a través de la SEPI).

A pesar de ello, el servicio público ha dejado hace tiempo de ser una prioridad para los de arriba, porque la mayoría de los ingresos se consiguen de actividades ajenas al SPU. En el Consejo de Administración no se preguntan qué necesita la sociedad de Correos, sino qué nuevo negocio puede resultar más rentable para unos pocos. ¿Cómo puede prestarse un servicio de calidad para la ciudadanía con una gestión empresarial privada? Es un despropósito que una empresa pública no responda al interés general

A grandes problemas, grandes soluciones

Desde el Partido del Trabajo Democrático creemos que Correos puede y debe jugar un papel fundamental en la vida económica y social del país. No queremos un servicio residual, sino una empresa pública moderna que dé respuesta a las necesidades actuales y futuras de la gente. Las filiales del Grupo Correos deben incorporarse a la matriz, para ampliar las capacidades que desde lo público podemos poner al servicio de todas y todos.

El modelo de sociedad anónima ya hemos visto que no funciona. Solo ha servido para precarizar las condiciones laborales y debilitar Correos. Apostamos por una gestión democrática, para que tanto el Estado como la plantilla tengan mayor peso en la toma de decisiones. La estabilidad laboral y la prestación de servicios de primer orden que aseguren nuestra actividad pública, deben ser el sello de identidad.